11.

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Capítulo 11.

La noche estaba oscura. Demasiado. Entre la confusión reinante, la camioneta Chevrolet plateada conducida por Kim se abrió paso entre los curiosos que en ese momento estaban en la calle, alterados por la confusión reinante. Dos coches de policía brillaban en el centro de todo ese barullo y un par de agentes escoltaban a un joven esposado. Un joven de cabello castaño y brillantes ojos azules.

Cuando Kim detuvo el coche él fue lo primero que pudo ver y prácticamente sollozó. No se lo podía creer cuando se lo habían dicho a su madre, pero era verdad: Marc había intentado quemar la librería. Las tres mujeres salieron del coche y Lisa se reprendió por haberle dicho a Dan que se quedara en casa. Ahora tendría que hacerlo sola. Bueno, con Kim.

—¡Hijo de perra! —exclamó Rhiannon en voz baja cuando también ella observó el rostro de Marc, que estaba tranquilo y silencioso.

Un policía joven se acercó enseguida a Lisa con un montón de papeles desordenados en la mano y, al parecer, empezó a rebuscar uno en especial.

—Lo siento mucho señora Mason, todo esto...

—¿De veras ha sido él? —murmuró ella, interrumpiéndolo.

No podía haber sido Marc, era el hijo de Andrea, ¡su mejor amiga! ¿Dónde estaba Andrea? ¿Dónde demonios estaba Andrea?

—Sí. Me temo que esto ha sido obra del hijo del antiguo jefe de policía, el joven es Marcus Tyler.

Kim abrió la boca, desconcertada. ¿Antiguo jefe de policía? No se esperaba eso en absoluto y de nuevo miró al joven cuyos ojos estaban apagados, sin vida. Él no alzó la vista, sino que tenía la mirada perdida... o al menos eso le pareció a Kim hasta que siguió sus ojos y vio a una mujer rubia que se acercaba corriendo y aún con un pantalón de pijama: Andrea.

En cuanto Andrea llegó a su posición se acercó rápidamente a Lisa y le dio un ligero abrazo, después, sin titubear, llegó hasta Marc de unas zancadas y lo abofeteó certeramente una sola vez. El chico giró la cara y el dolor se pintó en su rostro, pero no era dolor físico, sino moral.

—¿Qué demonios has hecho, Marcus? —gritó ella—. ¿Qué has hecho?

Uno de los policías le agarró suavemente el brazo y la separó de su hijo, pero Andrea no dejaba de llorar y de gritar preguntas histéricamente.

—¿Qué pensaría tu padre de esto? ¿Crees que estaría orgulloso?

Un acceso de llanto la poseyó y tuvo que separarse unos metros más. El rostro de Marc se rompió y Kim estuvo segura de que no veía nada, ni siquiera a su madre, cuando el joven empezó a susurrar «lo siento» una y otra vez.

Hacía mucho tiempo que Kim no veía una escena tan triste como la que estaba presenciando en ese momento al ver a Andrea retorciéndose en sí misma para controlar el llanto y al normalmente arrogante Marc en estado de shock. El jefe de policía Johnson, un hombre de casi dos metros y escaso pelo entrecano bajo la gorra de policía, se acercó a ellas tres tras hablar con otro de los encargados del caso.

—Las pérdidas no han sido excesivas, el chico pudo apagar el fuego a tiempo.

—¿Lo encendió para después apagarlo? —preguntó Kim, atónita.

El hombre la miró, seriamente.

—Es posible que no estuviera intentando incendiarlo todo, o incluso que él no fuera el causante. Dice que estaba solo pero algunos testigos afirman que vieron a otro chico salir de la librería al estallar la alarma y otras sombras corriendo en la calle contigua.

Noche de Fuego. (DISPONIBLE EN PAPEL)Where stories live. Discover now