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Faltaban dos días para que se fuera.
Dentro de dos días volvería a Washington y ni siquiera sabía si podría volver al año siguiente a Minewolf.

A Kim le dolía que Marc no se hubiera puesto en contacto con ella desde que había salido de su “prisión”. Ni una llamada, ni un mensaje: Nada.

Frank había sido enviado a Phoenix hasta que se realizara la vista de su juicio. Finalmente se le imputarían infinidad de cargos por delitos que llevaba años cometiendo y era muy probable que lo llevaran un tiempo a la cárcel. Por otra parte, Kelsey también recibiría un castigo ejemplar. No iría a la cárcel ni sería trasladada a un centro de reformación, pero tras haber pagado una suma exorbitada de dinero, sus padres habían decidido que se merecía pasar su último curso de instituto en algún internado remoto cerca de Canadá.

Kim llevaba horas comiéndose la cabeza. Necesitaba hablar con Marc y pedirle perdón por todo, pero no se atrevía a hacerlo.
Tras varias horas de conversación con Rhiannon, entendió que si no intentaba hablar con él entonces, no podría hacerlo en mucho tiempo. Y el tiempo era justo lo que a Kim le daba miedo.

En caso de que hicieran las paces y prosiguiera su relación con Marc, ¿qué iba a pasar? No podrían verse una vez a la semana, ni siquiera una vez al mes. Según qué hicieran ese año, incluso era probable que no volvieran a verse hasta que alguno de los dos pasara por la ciudad del otro.

Sería una relación dura, dolorosa.

Kim se sentía como si estuviera parada frente a una puerta, golpeándola sin que nadie se diera cuenta de que estaba intentando entrar.

Con una decisión que esperaba  que durara bastante, Kim salió de su casa y se dirigió a la casa de él.
No era un camino fácil, aproximadamente un par de kilómetros, pero aun así tenía que hablar con él y aclarar las cosas aunque fuera por última vez.

Cuando la casa de Marc comenzó a desdibujarse a unos metros, Kim tuvo la tentación de salir corriendo de nuevo, empaquetar sus cosas e irse a Washington. Pero no podía hacerlo.

Quería disculparse por haber dicho esa tontería y haber desconfiado de él. Había cometido un error y llevaba tres noches sin poder pensar otra cosa.

Lo encontró en la calle. Estaba sentado fuera, en las escaleras del porche, y su pelo brillaba con pequeñas gotitas de agua que anunciaban que acababa de ducharse.

—Hola —farfulló ella rápidamente, pero le salió un gallo y tuvo que aclararse la garganta.

Estaba nerviosa, sus piernas temblaban y se mordía el labio compulsivamente.

Marc tardó en responder, pero finalmente murmuró su nombre. Tampoco Marc sabía cómo actuar ni qué decirle. Quería darle las gracias por lo que había hecho por él —su madre ya se lo había contado todo— pero tampoco estaba seguro de si ella seguía pensando como le había dicho la noche en la que lo habían detenido.

Con la duda dibujada en el rostro, Kim se sentó junto a él y durante unos segundos ninguno de los dos dijo nada.

—¿Cómo… te encuentras? —Susurró ella.

Él la miró un momento y de pronto, le golpeo la realidad de cuánto la había extrañado esos dos días.

—Bien, gracias a ti estoy fuera.

Kim sonrió como toda respuesta y de pronto sus brazos se rozaron. Una corriente eléctrica los recorrió a ambos y los dos recordaron esa vez que también habían sentido un calambrazo al rozar sus manos accidentalmente.

—Te he echado de menos —la voz de Kim sonó extraña, casi lastimera.

Marc cogió una de las piedras del suelo y la lanzó lejos antes de hablar con ella de nuevo. Por primera vez tocó un tema que estaba vedado.

—¿Sabes por qué me molestó tanto que pensaras que era culpable? —No esperó respuesta—. No sé si has oído cómo murió mi padre. Era policía y tuvo un accidente, bueno, yo creo que fue más que nada un ajuste de cuentas. Estaba muy ilusionado porque gracias a él habían podido cazar a un pez gordo en Phoenix, un traficante o algo así. Una mañana se subió a su coche como siempre y en cuanto giró la llave, éste explotó —se giró para mirarla a los ojos y Kim se sintió tan mal que de repente quería llorar—. Dicen que sólo duró un segundo, que no sintió nada.

Kim no supo qué hacer. ¿Cómo responder a eso?

—Me dan miedo las explosiones y sólo pensar en el fuego hace que me enfurezca. ¿Cómo iba a hacer algo así?

Kim no supo cómo reaccionar, así que se dejó llevar y se abrazó al chico. Le daba lo mismo que él no quisiera corresponderle el abrazo o incluso que intentara apartarla, pero para su sorpresa, él también se abrazó a ella con desesperación.
No tardaron mucho en besarse y en compartir juntos todos esos recuerdos que habían ido tejiendo como una telaraña en apenas dos meses.

—Lo siento mucho —dijo ella contra su hombro, luchando por no llorar.

Marc se apartó un poco de ella y la miró a los ojos, haciendo que Kim se centrara en los suyos y preguntándose qué quería decirle. Su expresión era neutral, lo cual quería decir que seguramente lo que iba a decir no era bueno.

—A lo mejor todo esto es mejor así, Kim.

—¿Qué quieres decir?

Marc suspiró y le acarició el rostro suavemente.

—Te vas y no hay nada que me duela más que no poder seguirte.

—Pero eso no quiere decir que no podamos seguir hablando por…

—¿Teléfono e e-mail? —Marc sonrió dulcemente mientras no despegaba su mirada de los ojos de la chica—. No es lo que te mereces de alguien y, aunque yo haya sido el culpable la mayoría de las veces por todo lo que haya podido pasar, tampoco creo que me merezca tener a una persona sin poder tenerla realmente.

Kim sabía que algo así pasaría. Sintió que su corazón se rompía al oír las palabras del chico. Estaba rompiendo con ella y de nuevo sus recuerdos volvían a ser simplemente eso: recuerdos.
Un sueño del que siempre había sabido que tendría que despertar, y la hora había llegado.

La joven se levantó de las escaleras y se quedó parada frente a Marc, después, él también se levantó.

—Me gustaría saber que al menos buscaremos la manera —la voz de Kim sonaba ronca.

—Claro que lo haremos, pero a ninguno de los dos nos conviene hacernos ilusiones sobre cosas que no tenemos seguras —la miró fijamente.

De pronto, sin previo aviso, el chico se agachó un poco y la abrazó con fuerza. También ella lo hizo y permanecieron así durante un tiempo, oyendo el corazón del otro latir contra el propio e imaginando que las cosas no tuvieran que ser así.

Habían pasado tanto… habían luchado mil veces por conseguir estar juntos, contra todo, contra todos. Y ahora todo eso se desvanecía como el viento al soplar.

Marc tuvo que morderse la lengua para no susurrar “Daría todo por que te quedaras” y Kim, sintió que se quedaba sin aire cuando la imperiosa necesidad de decir “Te quiero” la atacó.

Pero ambos se quedaron callados y acabaron separándose. Después se despidieron, sabiendo que esa no sería la última vez que se verían.

Ya sólo falta un capítulo más y el epílogo.                   Cada voto y cada comentario cuentan

Mil besos :)

Noche de Fuego. (DISPONIBLE EN PAPEL)Where stories live. Discover now