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Echaría de menos el poder relajarse en el sofá con Simon. En ese momento, Kim y su hermano se encontraban tumbados en el mismo sofá —bastante apretados— mientras en la tele retransmitían un partido de fútbol américano.

—¡Mira, Simon! ¡Eso es lo que hizo Marc el otro día! —Kim señaló a un jugador placando a otro en el televisor.

El chico entrecerró sus ojos verdes y terminó por quitarse las gafas. Kim le había dicho que mirara la televisión tantas veces mientras intentaba dormirse, que comenzaba a confundir a los jugadores, los equipos y finalmente ya no tenía claro ni siquiera qué deporte estaban practicando.

—¿Vas a hablar con él? —Le preguntó a la chica, intentando que desviara la atención del partido.

Por suerte, logró su cometido y con un suspiro, Kim apagó la tele con el mando a distancia.

—Sí —murmuró mirando a Simon mientras se acomodaba en el sofá—. Quiero decir… le quiero, y ya sabía a qué me estaba enfrentando cuando quise preguntarle sobre el incendio. Ahora no puedo enfadarme simplemente porque él me ha contado la verdad.

—Ajá —farfulló Simon mientras sus ojos se cerraban.

Kim ahogó una exclamación y de inmediato le dio un golpe en la pierna con el dorso de su mano.

—¡Haz el favor de escucharme! Estoy intentando contarte esto porque confío en…

—Ya lo sé, perdona —interrumpió su hermano.

Simon resopló y (no sin esfuerzo) se sentó en el sofá. Tomándose su tiempo, volvió a ponerse las gafas y miró a Kim a los ojos, con expresión conciliadora.

—Lo único que estoy escuchando es que tú estás enamorada de él, pero después de lo que ocurrió en el incendio… Siento decirlo así, pero no confías realmente en Marc.

—¡Claro que confío en él! —Repuso Kim, aunque no estaba convencida del todo.

—¿Ves? —Simon la miró como si se tratara de algo obvio—. Y, la verdad, sin confianza no queda nada.

Durante unos minutos, ella le miró. Sabía que lo que Simon le estaba diciendo era lógico y no tardó mucho en salir a la luz una mueca de triunfo en Don Tengo-razón-y-te-aguantas.

Kim quiso admitirlo pero no sabía cómo hacerlo. No es que no se fiara de Marc, sino que aún albergaba miedo a sufrir. Las situaciones habían sucedido tan rápido que todo estaba confuso en ella, todo menos que quería estar con él costara lo que costase.

Tenía en mente esto cuando, de pronto, el teléfono comenzó a sonar junto a Simon.

—Sim, coge el teléfono —murmuró, pero pronto se dio cuenta de que era estúpido decirlo. Su hermano se había quedado dormido.

Torpemente se levantó del sofá y agarró el teléfono, convencida de que cualquiera habría colgado ya después de todo lo que había sonado ya.

—¿Diga? —Se aclaró la voz para que al menos no pareciera que se iba a la cama.

—Hola, soy el jefe de policía Tom Johnson. ¿Eres la hija de Lisa Mason, verdad?

—Sí, sí. ¿Ocurre algo?

La voz del policía se escuchaba entrecortada, como si estuviera llamando desde el medio de la calle con un montón de gente y gritos alrededor.

—Necesito que vengas  a la plaza de Minewolf acompañada de tu pad… de Daniel. Él es el propietario del vehículo afectado.

Noche de Fuego. (DISPONIBLE EN PAPEL)Where stories live. Discover now