20.

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Cada voto y cada comentario cuentan :)   

Kim casi no había cenado esa noche. Durante la tarde había visto un par de películas con dos de sus mejores amigos: Simon y el helado de chocolate.

Al principio le había costado contarle todo a Simon, pero tras varios minutos de tensión después de comer, había acabado hablando.

La verdad era que Simon era muy bueno escuchando y en ningún momento se había metido a opinar sobre si ella estaba enamorada o no de Álex o de Marc.

Su hermanastro acaba de irse de la habitación de Kim cuando un ruido la alertó. La joven dejó el pijama sobre la cama y se acercó, descalza a la ventana. Un segundo después el ruido volvió a repetirse, ¿alguien estaba tirando piedras contra el cristal?

Algo mosqueada abrió la ventana y se asomó. Durante unos segundos se quedó mirando al chico que estaba abajo. Su corazón se aceleró un instante, pero no dejó que eso interfiriera en su determinación de ignorarle.
Marc llevaba vaqueros largos y una chaqueta negra, por primera vez desde que Kim estaba allí, no hacía un calor sofocante.

Sus ojos se clavaban en los de ella y su expresión era tan relajada que incluso parecía algo enfadado.

—Mierda, pensé que era la ventana de Simon —murmuró alegrando un poco el rostro.

Kim pensó que ese era el colmo, ¡además intentaba ir de payaso!

—¿A qué has venido?

Sí, estaba enfadada. O al menos hablaba como si lo estuviera y eso no le facilitaba nada la tarea a Marc.

—¿Puedes bajar a hablar conmigo?

—Puedo hacerlo, otra cosa es que quiera.

Frunció los labios en ese típico mohín que solía poner y que quería decir “me pones enferma”, pero curiosamente Marc sonrió al verlo. Le había cogido cariño a esa expresión de fastidio.

—Por favor.

Los ojos del chico se adivinaron brillantes desde el segundo piso de la casa, y con un profundo resoplido, Kim cerró la ventana de golpe.

Unos dos minutos después, la puerta de la gran casa blanca se abrió y una figura envuelta en una especie de chaqueta larga y negra salió.

Cuando se encontró frente a Marc, esa electricidad que aparecía cuando estaban juntos volvió a estar presente y ella tuvo que mirar hacia otra parte para fingir que no le interesaba lo que él tuviera que decirle. Bajo la clara luz de la luna, su cabello era aún más claro y caía sobre la chaqueta negra como retazos de pintura.

—¿Qué quieres?

—Vengo a pedirte perdón por lo que ocurrió ayer.

—¿Marc Tyler pidiendo perdón? No sé por qué no me lo creo.

Se arrepintió de decirlo en cuanto las palabras tocaron sus labios, pero el orgullo impidió que hiciera nada más aparte de alzar aún más el mentón.
Para Marc, fue muy molesto y frunció el ceño con gravedad.

—No creo que tampoco tú pidas perdón muy a menudo.

Ella se giró hacia él e, indignada, caminó unos pasos hacia el chico.

—¿Y se puede saber por qué tendría que disculparme?

Marc fingió una carcajada.

—También tú estuviste muy fina cuando me acusaste de salir contigo para vengarme por lo del lago.

—¿Salir conmigo? ¿Entonces ahora sí salíamos?

Él gruñó, esa chica era imposible. Discutir con ella era como hacerlo con una pared: todo lo que decía, rebotaba.

—¿Se puede saber por qué estás tan a la defensiva? Sólo he venido a pedirte perdón y lo estás convirtiendo en una nueva discusión.

Kim suspiró. Sí, lo estaba haciendo; ella sabía que todo sería más fácil si conseguía enfadarse de verdad con Marc y que él sintiera lo mismo. Así no tendrían que luchar por evitarse.

—Vale, lo reconozco  —hizo una pequeña pausa—. Entonces disculpas aceptadas, ya puedes irte.

—¿Crees que con eso me vale?

—Pues tendrá que valerte.

El joven se acercó un poco más a Kim y entonces ella volvió a percibir ese estúpido aroma suyo que la turbaba. ¡Por eso precisamente no quería seguir con eso! Con Marc cerca, no podía reaccionar.

—No —dijo él—. Quiero estar contigo y sé que tú también quieres estar conmigo.

Kim no daba crédito a lo que estaba oyendo.

—Pero, ¿cómo puedes tener ese ego tan grande?

Marc sonrió lobunamente. Ahora intentaba atacarle, pero se veía a leguas que estaba nerviosa. Sus labios estaban entreabiertos y sentía cómo, cuanto más se acercaba él, más temblaba ella.

—No lo has negado.

Ella guardó silencio durante un momento y cuando abrió la boca para rebatírselo, él se acercó aún más y la besó con ansiedad.
No tardó más de dos segundos en ser empujado por las finas pero firmes manos de Kim y cuando se separaron unos centímetros sintió un dolor profundo en el labio. Lo había mordido.

Eso hizo que él volviera a esbozar su sonrisa y Kim se quedara mirándole fijamente. ¿Por qué había hecho eso? Realmente no sabía cómo reaccionaría si él volviera a intentarlo, porque la verdad era que sí, quería besarle y quería hacerlo durante horas, ahí mismo si hacía falta.

Suavemente él posó su mano en su cintura, dispuesto a volver a hacerlo. Sus ojos se cruzaron y ella llegó incluso a sonrojarse. Pudo ver cómo los ojos de Marc se paseaban por su boca y finalmente volvían a sus ojos.
Sin mediar palabra se acercó lentamente y sus labios acariciaron los de la chica, que no pudo resistirse y le devolvió el beso.
Poco a poco sus cuerpos se relajaron y durante el roce, no supieron si el tiempo seguía transcurriendo ya que nada más ocurría aparte de ellos.

Estaban juntos y todo lo demás podía hundirse porque nada importaba aparte de sus labios unidos.

Cuando se separaron, ella estaba aún más sonrojada y respiraba demasiado rápido.

—¿No se supone que lo tuyo es sexo, drogas y Rock N’ Roll? —Se mofó él al ver su sonrojo.

Ella sonrió y se envolvió un poco más en su chaqueta, aunque no tenía ninguna clase de frío.

—Se supone, pero yo me lo salto y me quedo sólo con el Rock N’ Roll.

Marc la miró intensamente y le acarició con suavidad la mejilla.

—¿Significa que me perdonas?

—Supongo que no me queda otra opción si cada vez que me enfado vas a besarme así.

Sus ojos volvieron a cruzarse y de pronto algo apareció rondando por la cabeza de Kim. ¿Y si se estaba enamorando de él? No, eso no podía ser y mucho menos tan de repente.
Con la idea rondando por su cabeza, se apartó repentinamente de él.

—¿Qué ocurre?

Kim forzó una sonrisa y miró hacia la casa.

—Creo que deberías irte, nos veremos mañana en la librería.

Él asintió con la cabeza lentamente, lo mejor era que se fuera, tenía razón.
Con algo de cautela, volvió a juntarla a él y depositó un suave beso en su mejilla. Después se dio la vuelta y tras un par de minutos, desapareció en la oscuridad.

Kim se llevó la mano a la mejilla, ahí donde él la había besado y donde aún sentía un suave cosquilleo.

Noche de Fuego. (DISPONIBLE EN PAPEL)Where stories live. Discover now