17.

54.5K 3K 120
                                    

Cada voto y cada comentario cuentan :)   

Cuando Marc se acostó esa noche, supo que tenía que comenzar a pensar en lo que había hecho esa mañana.

Había besado a Kim.

Debería arrepentirse, pero curiosamente no lo hacía. Había sido un momento demasiado… especial como para renunciar a él y se había asegurado de que sí, esa chica le gustaba.

¿Cuánto tiempo llevaba sin fijarse en alguien?

Mucho, demasiado para casi haber cumplido dieciocho años.

Poco a poco se había dado cuenta de que querer a alguien y depender de esa persona, era un gran error. Cuando él o ella desaparecía, lo único que quedaba era soledad. Y la verdad es que podía aparentar cualquier cosa, pero Marc tenía miedo en ese aspecto.

Por eso lo más prudente en esa ocasión era intentar olvidarse de ella. Era triste, puesto que acababa de —al fin— darse cuenta de que podía volver a sentir, sentir algo por alguien. Pero ella se iría, ¿no? Por supuesto que no se quedaría ahí a vivir y por supuesto que su verdadera casa estaba demasiado lejos como para poder volver a verse.

¿Así sería? ¿En cuanto ella se fuera él quedaría solo y abandonado de nuevo?

No, eso no podía ser. Sí, se alegraba de haberla besado y aún más de que ella le hubiera respondido el beso, pero no volvería a estar solo. Llevaba más de un año construyendo una coraza que lo había aislado absolutamente de cualquier sensación.
Ahora se daba cuenta; parecía que había vivido en un sueño todo ese tiempo.

Y realmente, no quería despertar para volver a vivir la pesadilla unos meses después. No se arriesgaría a caer de nuevo. Bastante le había costado levantarse y ni siquiera lo había hecho bien.

Tras un largo suspiro, se dio la vuelta en la cama y quedó tendido boca abajo.

Había tomado una decisión y, fuera buena o mala, iba a alejarse de Kim.

***

Para la joven, la felicidad había tocado su puerta por primera vez en mucho tiempo.
Sí, estaba feliz porque un casi-desconocido la había besado, y gracias a ese beso su cabeza había estado toda la noche dando vueltas.

Cuando se levantó el domingo por la mañana, se sentó sobre la cama y de pronto la imagen de ella misma en la misma cama el día anterior mientras se aferraba casi salvajemente a Marc, la inundó.

¿Qué más daba si no estaba bien? Por primera vez en lo que parecían mil años, había dejado de pensar en Álex y estaba pensando en sí misma.

Aunque la verdad era que aún se encontraba un poco confusa respecto al tema. ¿Qué sentía en ese momento por su mejor amigo? Era obvio que no había podido olvidarlo de la noche  a la mañana, por supuesto que no. Pero… ¿y si con el paso del tiempo pudiera hacerlo?

No era tonta, sabía que Marc no vivía en Washington y que verlo sería demasiado difícil, pero siendo él la única persona que había conseguido besarla sin que ella estuviera pensando en Álex, se merecía una oportunidad.

Aún con la ropa del día anterior, se levantó de la cama y se miró en el espejo. Tenía cara de dormida, por supuesto, pero no había rastro de ojeras ni ninguna otra marca en el rostro, quizá algo de maquillaje negro corrido bajo las pestañas, pero aun así, había dormido como un bebé.

Se atusó con los dedos el larguísimo y espeso cabello y bajó las escaleras, descalza, cuando de pronto sonó el timbre.

Con una sonrisa en el rostro y frotándose lentamente los ojos para terminar de despejarse, Kim abrió la puerta y de pronto toda su alegría quedó reducida a un garbanzo.

Kelsey estaba parada en la puerta, sonriendo falsamente y ataviada con unas botas negras y una fina falda roja que inmediatamente le recordó al color de la sangre.

—¿Qué quieres?—Kim entornó los ojos, mostrando disgusto.

Kelsey se rizó con el dedo uno de sus tirabuzones perfectos y volvió a sonreír de esa forma que incluso provocaba escalofríos.

—¿No me invitas a pasar?

Kim hizo una mueca extraña, como si eso le provocara risa.
Con aire teatral se hizo a un lado y la dejó pasar al gran recibidor de la casa, asegurándose de que no intentaba ir a ningún otro lugar, como el salón o la cocina.

—¿Qué quieres?

—He venido a advertirte, Kim.

—¿A amenazarme?

Sobre la piel de porcelana de Kim aparecieron unas arruguitas cuando hizo un mohín caprichoso con los labios. Seguro que le salía involuntariamente, pero desde el punto de vista de Kim, que fuera involuntario no le restaba estupidez al gesto.

—Dejémoslo en… avisarte.

—¿De qué? —Murmuró Kim con frialdad, casi con violencia.

Kelsey comenzó a caminar por el recibidor, dando lentos círculos alrededor de la chica y ofreciendo más teatralidad aún a su estúpida actuación.

—Ahora trabajas con Marc. Apuesto a que no lo conoces aún. Yo llevo mucho tiempo siendo su amiga y te aseguro que al principio conmigo hizo lo mismo que con todas.

¡Por Dios! Esa chica no podía estar hablando en serio, ¡ese era el truco más viejo de la historia! ¿De veras confiaba en conseguir algo?
Kim decidió seguirle el juego para saber hasta dónde estaba dispuesta a llegar.

—¿A qué te refieres?

—A que primero te mira a cada momento, sientes que te observa, que vela por ti, y acabas dándole pie a que comience a hablarte y a camelarte. No tardas mucho en darle más cuerda y… ¡BUM!

—¿Bum?

Kelsey volvió a componer esa cara de muñequita que Kim ya odiaba desde hacía tiempo y se acercó de nuevo a ella.

—Sí, bum. Acabas haciendo lo que sea, lo que él te pida. Apuesto a que ya te ha besado, sí, tienes cara de que Marc te haya besado. En el instituto tiene fama de empezar así, conmigo también lo intentó, pero por supuesto yo ya lo conocía y no quise tener nada que ver con él, aparte de amistad, claro está.

Fin. Ya estaba harta de Doña Celosa-y-además-tonta.

—Fuera de mi casa —dijo Kim sin perder la sonrisa.

Kelsey tardó un poco en reaccionar. ¿La estaba echando? ¿La pardilla esa vestida de esposa de Batman la estaba despachando de su casa?

—¿Perdona?

—Sí, te perdono. Fuera de una vez.

—No sabes lo que estás haciendo, yo estoy intentando ayud…

Kim resopló y abrió la puerta de par en par por sí misma, indicándole por dónde podía irse.

—Lo que estás intentando es fastidiarme el día y no vas a lograrlo, así que estás tardando mucho en largarte.

Con un gruñido poco femenino y para nada típico de una muñeca, Kelsey salió por la puerta, pero se detuvo justo unos pasos después de abandonar la casa. Se giró y clavó sus ojos color chocolate en los verdes de Kim.

—Que luego no te pille de improviso ver a Marc, Frank y los demás celebrando que te han tomado por tonta y que no solamente se ha llevado un par de besos tuyos.

Kim la miró desafiante.

—Que a ti no te pille de improviso que nadie quiera acercarse a ti hasta que dejes de ser tan insoportable.

Y mordiéndose el labio con fuerza, cerró la puerta de un gran portazo. Menuda zorra.

—¿Ocurre algo? —Dan apareció de inmediato, ataviado con un delantal y con una espumadera en la mano derecha.

La joven caminó hacia la cocina con semblante molesto, pero sin volver a dar ningún golpe a nada.

—Que hay gente que no sabe cuándo es mejor cerrar la boca.

Noche de Fuego. (DISPONIBLE EN PAPEL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora