십이; twelve.

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Volviendo a su casa, Yeosang dejó el peluche sobre el sofá de mayor tamaño y depositó las flores en un precioso florero de mármol, sentándose en uno de los sofás más pequeños mientras sacaba un chocolate de la cajita.

Al ponerlo dentro de su boca, sintió una placentera descarga que simplemente aquel sabor le producía. Sonrió con satisfacción y agradeció silenciosamente Seonghwa por darle, de forma muy extraña, aquel delicioso aperitivo.

No tardó mucho en acabarse la caja completa, y terminó recostado sobre su cama con el blanco peluche de oso entre sus brazos, meditando con concentración sobre todo lo que estaba ocurriendo, aunque por más que se esforzara no lograba asimilar nada.

Ese chico era realmente misterioso. Contrario a lo que había pensado la primera vez que lo vio, no era alguien muy aburrido; es más, la curiosidad por saber quién realmente era, cuáles eran sus gustos, disgustos, hábitos y demás era un punto clave para su interés.

Yeosang estaba realmente intrigado, y sólo su ya querido peluche era testigo de ello, porque sus amigos no estaban enterados de nada; después de todo, aunque San comenzaba a sospechar que algo sucedía, no le daba importancia.

Gracias a la calidez que le brindaba su suave compañero, tanto física como psicológicamente, se quedó dormido con una tierna sonrisa en su rostro. Ya tenía una nueva meta; conocer adecuadamente a Park Seonghwa.

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