Finalmente, su esperado nacimiento llegó. Seonghwa pudo ver con temor la luz que golpeaba fuertemente su rostro, a pesar de no tener sus ojos abiertos.
Se sintió atacado por la nueva realidad que estaba viviendo, porque lo había dado todo en su pasado, porque todas sus memorias habían vuelto en un fugaz recuerdo antes de volver a desaparecer.
Lloró incesantemente en los brazos del hombre que había llevado a cabo el parto, mientras este le envolvía y llevaba a otra sala para limpiar la sangre que cubría su pequeño y frágil cuerpo.
Una vez estuvo libre de suciedad, pudo ser recibido por los brazos de la mujer que le había dado la vida; la oportunidad de ver otra vez a su adorado Yeo.
Un biberón fue puesto en su boca y él bebió la leche de su interior intentando calmarse. Le gustaba su sabor.
Estaría unos cuantos años así, pero lo aguantaría. Sabía que, después de todo, Kang volvería a su lado. Bueno, más bien, él volvería al lado del.. Mayor.
Ahora debía preocuparse de actuar adecuadamente como un bebé, cosa que sería fácil, pues ni si quiera sabía hablar ahora. Lo único que sabía con claridad era pensar en Yeosang, pues fue lo único que no quiso olvidar.
Sintió cómo su madre le acurrucaba contra su pecho, y cerró sus ojos, permitiéndose dormir tranquilamente, dispuesto a experimentar la vida de un humano, donde pueden verte, tocarte, hablarte.. Sentirte.
Volvería a ver a Yeosang, sólo de eso estaba seguro. Empezaría desde cero ahora mismo, con una familia y un hogar donde vivir, sin la necesidad de ser imaginado para existir.
