XXXI: Tú eres asombroso.

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Otro día más despertando en ese desgastado y sucio colchón. 

Otro día más que las sabanas cubrían la desnudes de su cuerpo.

Habían pasado ya tres días sin ir a la Universidad. Sabía que tenía que dejar ese lugar y presentarse a clases en algún momento; no porque alguien estuviera preocupado por él, en realidad, porque ya tenía suficientes faltas para poder reprobar algunas cuantas materias.

Eso era lo único preocupante, porque no le importaba a nadie, de eso estaba seguro.

Sus padres estaban peleando el uno con el otro y demandándose mutuamente en Connecticut como para recordar que tenían un hijo. Lo más probable es que Niall estuviera tan embobado con Zayn como para recordar que no había llegado a dormir todas esas noches. Y, Louis, bueno ellos ni siquiera había cruzado alguna palabra desde hace un muy largo tiempo.

Se sentía bien no rendirle cuentas a nadie, o eso es lo que trataba de hacerse creer el mismo.

Su único consuelo era Mason.

Por lo menos él le hacía sentir que lo necesitaba a su lado. Siempre que llegaba a su casa en Harlem lo recibía con una sonrisa ladina llena de lujuria y diversión. Jugaban un tonto videojuego en su vieja consola, comían pizza fría y cerveza, después de eso y unas cuantas líneas blancas inhaladas por parte de Mason, se besaban de forma guarra hasta terminar desnudos, cogiendo como animales.

No era el cuento de hadas que cualquier persona desearía, pero era lo único que llenaba su vacío corazón. Algunas veces, rezaba porque todo eso cambiará y a él llegarán la persona correcta. Después descartaba la idea, pues seguro que había sido hecho para hombres así.

Dejo de lado todos esos pensamientos, recostándose de lado una vez más. Estaba seguro que Mason había salido de casa, así que Intentó conciliar el sueño; era inútil el querer llegar a clases puesto que el reloj ya marcaba más de las once de la mañana. Poco a poco sus ojos se fueron cerrando.

—Liam, Liam, Liam.

Escuchó su nombre entre sueños, después lo movieron con brusquedad del hombro, y eso sí que lo hizo despertar.

— ¿Qué mierda? —Murmuró adormilado y tallándose sus ojos hinchados—. ¿Qué hora es?

—Son las cuatro de la tarde, princesa —Mason le aventó una almohada en la cara, disgustado por llegar a casa y ver al castaño durmiendo todavía—. Demonios, pareces un anciano sin fuerzas. Cada vez te vuelves más perezoso, incluso en el sexo.

Liam frunció el ceño incómodo. Se levantó para tomar asiento en la orilla de la cama, viendo a un punto exacto en el piso, pero en realidad sin prestar atención a nada excepto los reclamos de su pareja.

— ¿No piensas levantarte hoy tampoco? ¿O acaso no tienes una vida fuera de mis piernas, Liam?

Humillado una vez más, al parecer se estaba acostumbrando.

—Bajaré a hacer algo de comer, ¿tienes hambre? —Fue lo único que pudo contestar.

Comenzó a ponerse su bóxer con la intención de bajar y encontrar algo que estuviera en buen estado en esa nevera. Pero un ruido abajo le hizo detenerse antes de siquiera cruzar la puerta.

— ¿Hay alguien más en casa?

—Por supuesto, mis amigos vinieron hoy. Pensé que no estarías cuando regresará, pero lamentablemente no es así. —El chico de ojos grises rodo los ojos al ver la cara llena de desagrado que Liam puso—. No olvides que es mi casa, y en vez de quedarte ahí parado, regresa a ponerte una camisa y un pantalón antes de que bajes y andes con el culo descubierto para que todos te miren.

BOUNDLESS. [Larry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora