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Entramos en casa con la amarga sensación de que ya no era nuestra. Apenas se filtraban los últimos rayos de luz natural; el salón estaba iluminado por focos cálidos y unas inesperadas velas aromáticas. Una ligera fragancia a lavanda y unas sonrisas forzadas de Cian y Takeo maquillaban el golpe.

Bright nos concedió unos minutos para vendar heridas y cambiar ropajes ensangrentados por unos limpios. Desvestí a Hila con la ayuda de Yunie. Mientras le colocaba unos calcetines mullidos en los pies apareció Sairu con un collarín alrededor de su cuello. Hila nos chistó en voz baja para llamar nuestra atención.

― ¿Eito me ha tocado la cara o lo he soñado? ―preguntó en un susurro.

―Lo ha hecho, lo ha hecho―respondió la rubia de forma atropellada―, ha sido rarísimo. Más raro que lo que está pasando ahora.

Volvimos al salón, Ritto me había guardado un sitio a su lado. En el otro extremo del sofá estaba Saichi, esposado de pies y manos, mordisqueándose los labios. Bright era el único que se mantenía de pie, lo cual le daba todavía más autoridad. Apoyado sobre el respaldo de una silla desocupada frente a los sofás daba los últimos sorbos a un té. ¿Desde cuándo Bright Loknahr bebía té? Al ver a Cian absorbiendo gustosamente las notas de lavanda del aire aventuré que el toque zen de la reunión se debía a ella.

― ¿Esto es necesario? ―la voz de Saichi se me clavó como un puñal en el abdomen.

Bright parpadeó lentamente como respuesta, sin llegar a asentir. Compartí una fugaz mirada con el rubio, fugaz pero intensa. Me recordaba desde sus ojos grises todo lo que me había contado de su pasado, y yo intenté transmitirle un "tranquilo, estoy contigo".

―Bien―la taza de Bright repicó contra la mesa de madera―, ha llegado el momento. Llevo años preparando esto así que el que me interrumpa se lleva un tiro entre ceja y ceja. ―Materializó desde su ordenador una de sus largas pistolas plateadas y la acomodó en la mesa, al lado de la taza―. No estoy de coña.

Silencio. Volví a desviar la mirada hacia Saichi: grandes gotas de sudor resbalaban desde su flequillo perfectamente despeinado.

―Empezaremos por Saichi, pero no el que conocéis sino el de verdad.

Se me tensó el cuerpo de tal manera que bien podría haber estado sentada en el aire sin moverme un ápice. Bright dio un ligero golpe a la pantalla del ordenador de la pared, se iluminó con una gráfica que contenía cinco rectángulos negros. Al dar otro golpe sobre uno de los rectángulos apareció una silueta humana, oscura, con un interrogante por cara. Y un nombre, "Saichi", entre comillas. Como si fuese un nombre artístico.

―Sabéis varias cosas llegados a este punto: que los militares de Ryu intentaban colonizar y explotar los recursos de otros planetas, que uno de esos planetas albergaba Dioses, que de ese planeta se llevaron niños de razas con poderes sobrenaturales―hizo una breve pausa para recuperar aire y aprovechó para voltear sus ojos con sarcasmo―, que esos niños se mezclaron con la raza humana durante generaciones y que nosotros descendemos de esa mezcla que se ha mantenido, exclusivamente, en el Ala Oeste de Ryu. Es decir, entre militares.

―Y que quieren acabar con nosotros por ello―añadió Takeo.

― ¿¡Qué he dicho sobre interrumpirme!? ―exclamó Bright haciendo agachar la cabeza del licántropo cual cachorro asustado.

Bright resopló. Volteó la silla y se sentó del revés en ella, apoyando sus brazos en el respaldo.

―Sí, "quieren acabar con nosotros por ello"―continuó Bright alzando unas comillas al aire con recochineo―, pero... ¿quién ha dado esa orden? ¿Ryu? Ryu no es una persona, Ryu como tal no toma decisiones.

Ryu; Retorno (2)Where stories live. Discover now