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Pronto volvió a sonreír como el chico lleno de luz que solía ser. El globo ocular negro como el tizón era menos aterrador cuando le acompañaban dos buenos hoyuelos sobre sus mofletes. Suspiró con párpados cerrados y apretó los puños con júbilo.

― ¡Por fin! ―volvió a abrir los ojos para mirarme y di un respingo, asustada por esa aura oscura― ¿Qué tal estoy? ¿Parezco un final boss?

Despegué los labios pero no conseguí articular ninguna palabra. Saichi gritó por mí con todos los decibelios que le cabían en el pecho.

― ¡¡¡Joder!!!

― ¡Joder! ―le imitó Ritto en cuanto se fijó en las heridas de Bright― ¡Mierda! ¿Estás bien?

Pasos atropellados y caras preocupadas revolotearon alrededor de los dos combatientes. Bright puso los ojos en blanco y alzó una mano (ensangrentada) para acallar cualquier alarma. Entonces estiró su espalda, tensó sus músculos y empezó a emanar energía como un volcán en erupción. La sangre, su sangre, se escurrió hacia el interior de la epidermis de nuevo y las heridas se cerraron bajo una piel tersa e impoluta. No sé qué me sorprendió más: su espectacular poder regenerativo o el gesto boquiabierto del señor ya-no-tan-inexpresivo Eito.

―Aficionados―farfulló Bright antes de relamerse la sangre de los dedos con los que había acariciado sus heridas.

Después entrecerró los ojos con una sonrisa torcida. Ritto inspeccionaba, curioso y sorprendido, las marcas que salpicaban el lienzo de su piel. Tal era la alegría de mi novio que no le importó tener a Bright cerca, muy cerca, mirando con sorna esas mismas marcas. Agarró el brazo de Ritto con dos dedos, distante, como si estuviese sujetando un bicho muerto. Finalmente arrugó la nariz y Ritto se impacientó hasta perder la sonrisa.

― ¿Tus padres eran...?―preguntó Bright con un hilo de voz.

―Civiles―respondió Ritto con firmeza.

Bright enarcó una ceja.

―De verdad. No sé si fui fruto de una infidelidad. Tanto mi padre como mi madre eran vulgares civiles del Ala Oeste. Funcionarios de seguridad. Mis abuelos tampoco fueron militares.

―Entiendo―Bright se humedeció los labios y acortó centímetros, agachando la cabeza para que sus labios quedasen a la altura de su oído―, y no tenías hermanos, ¿no?

Ritto se apartó con rudeza. Se escucharon silbidos entre el rumor de las conversaciones que se alzaban entorno a la escena. Llegué a oír algo así como "los que se pelean se desean".

―No―negó Ritto.

Bright me miró un breve segundo, como si buscase corroborar aquella respuesta. Me mantuve estática, con labios sellados.

―Seré más conciso: ¿tienes hermanos gemelos o mellizos? ¿Naciste en un parto múltiple?

Aquel susurro de Bright heló mi sangre. ¿Cómo podía aventurarlo? ¿Qué relación había entre el peculiar poder de Ritto y el hecho de que tuviese o no un hermano? Ritto dejó escapar una risa ahogada, despreocupada.

―No―insistió.

―Que tú sepas.

―Que yo sepa.

―Bien.

El de cabellos plateados perdió el interés por aquel interrogatorio y yo volví a respirar.

― ¿Y esas marcas en la piel? ¿Sabes qué son? ―preguntó Shiruke hacia su hermano mayor mientras señalaba a Ritto con el dedo.

Ritto se acarició las runas, las formas esparcidas en lo que parecía ser un alfabeto ininteligible. Vi de reojo a Takeo escaneándolas con su ordenador, pero a juzgar por su cara de decepción no encontró ninguna traducción en el vasto almacenaje de información de Ryu. Bright chasqueó la lengua contra el paladar antes de respondernos:

Ryu; Retorno (2)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ