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Ahí estaba, tan real como dolorosa: la irrefutable idea de que la Karin de mis recuerdos no era más que una idealización. Un espejismo, una quimera. Una mentira. Los ojos azules de Bright me miraban a través de la cortina de humo que envolvía su piel. Esperaron, calmados, a que mi cuerpo reaccionase tras la verdad que había dejado escapar de entre sus labios.

Sabía que decía la verdad, mis entrañas me sermonearon con un profundo dolor de estómago para despertarme de mi letargo: niña, deja de engañarte, deja de mentirte. Tu hermana te abandonó, tu hermana no ha venido a salvarte. Tu hermana no está frente a ti con los labios humeantes con aroma a galleta de vainilla, Bright sí.

Bright frunció el ceño cuando mi pecho exhaló entrecortadamente, como si gimotease sin permiso. Tragué saliva, me mordí el labio inferior, obligué a mis ojos a contener las lágrimas... y finalmente le devolví una mirada que probablemente había envejecido un par de años en apenas unos minutos.

―Al menos tuvo la decencia de despedirse de ti.

Volví al interior de la casa y al reencontrarme con los rostros amigos éstos enmudecieron ante mi llegada.

― ¿Y bien? ―susurró Shiruke mientras yo recuperaba mi asiento al lado de Ritto después de dejarme caer pesadamente sobre el sofá.

―Se acostaron―respondí con tono poco afable.

Mantuvieron un inquietante silencio en el que buscaron respuestas entre sus miradas. Observé cómo el rostro de Ritto fue compungiéndose por momentos, cuestionándose por qué aquello podía suponerme algún problema. Suspiré con los labios fruncidos, expiando todos mis demonios a través de la nariz.

―Se acostaron una vez, por iniciativa de ella, justo antes de "morir"―alcé las comillas al aire imitando a Bright para después cruzarme de brazos―. Ella llorando, pero no de placer ni de dolor.

Lo entendieron sin necesitar más palabras. Entendieron que el olor a despedida de un acto premeditado le quitaba validez a la teoría de su desafortunado asesinato. El brazo de Ritto, más destensado, me abrazó por la espalda y yo dejé caer mi cabeza sobre su pecho, aceptando sus mimos. Los segundos transcurrían en un silencio cada vez más incómodo y busqué con mirada desesperada a Saichi, casi suplicándole que dijese alguna gilipollez que deshiciese el nudo de mi garganta.

―Esto...―carraspeó el rubio tosiendo sobre su puño para luego alzar la mano― ¿es un buen momento para confesar que Karin Akira fue mi primera fantasía sexual?

―Nunca es un buen momento, pero en definitiva éste es el peor de todos―respondió Sairu inmediatamente después.

―Confieso que también era una fantasía para mí...―susurró Takeo y Cian abrió la boca teatralmente a su lado.

― ¿¡Cómo dices!?

― ¿Me ponéis alguna foto? Ahora mismo no la recuerdo―dijo Yunie buscando aliados con la mirada. Shiruke chasqueó la lengua mientras tecleaba en el ordenador de su brazo para después acercar la luminiscencia de su pantalla hacia los ojos de la ninfa―. ¡Ah coño! Si es que está buena hasta decir basta.

―Después tuve una época de empalmarme mucho con maduritas―siguió narrando Saichi como si todos estuviésemos deseosos de conocer sus más oscuras fantasías―, bueno Karin era mayor que yo, ¿no? Pues todavía más mayores. Me ponían mil las mamis.

―Por favor, cállate ya―suplicó Sairu poniendo los ojos en blanco y palmeando sus manos para llamar nuestra atención― ¿Sabéis cuál ha sido siempre mi fantasía?

―Ah, ¿ahora vamos a confesar estas mierdas? ―dijo Shiruke entre dientes.

―Follar en una nave espacial, en medio del trayecto, a toda velocidad―continuó Sairu mientras agitaba los puños con los ojos cerrados y susurraba un "pa, pa, pa, pa".

Ryu; Retorno (2)Where stories live. Discover now