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Salté de la cama como si ésta estuviese ardiendo: Ritto se golpeó la nuca contra la litera y yo aterricé en el suelo a gatas antes de incorporarme frente al rubio. Observé sus ojos grises deambular por mi cuerpo y ensanchar sus comisuras hasta mostrar la más obscena de las sonrisas.

―Pezones rositas, como me los imaginaba―susurró entre dientes.

Bajé la mirada y observé mi pecho desnudo inflándose y desinflándose con la voracidad de la noticia que acababa de recibir. Agarré el primer trozo de tela que encontré (que resultó ser una camiseta blanca de Ritto) y refugié mi piel expuesta en ella.

― ¡Te mato! ―gritó Ritto mientras daba zancadas hacia su compañero― ¿No sabes llamar a la puerta?

―Te noto contento en los pantalones, amigo. ¿Qué hacíais sin mí? ―las cejas espesas de Saichi se curvaron bajo su flequillo. Se apoyaba sobre una muleta de acero y la pierna herida en combate la arqueaba como un flamenco.

― ¿Shiruke está despierto? ―pregunté mientras recuperaba el aliento.

― ¿¡Cómo que sin ti!? ―Ritto retorció el brazo de Saichi hasta hacerle acuclillarse.

― ¡Ay! ¡Me haces daño!

― ¡Y más que te voy a hacer! ¡Gilipollas!

―Si ibais a follar podríais haber bloqueado la puerta, yo lo hago cuando cago o me paje... ¡Ay! ¡Ritto!

― ¡Aunque esté abierta no puedes pasar! Es nuestra habitación, nuestro espacio.

―Antes compartíamos veinte metros cuadrados y no existía espacio entre nosotros―la voz de Saichi se quebró y dejó caer grandes lágrimas de cocodrilo sobre su cutis perfecto.

― ¿¡De verdad te vas a poner a llorar por eso!? ―Ritto empujó el cuerpo de Saichi hasta hacerle rodar por el suelo.

―Estoy muy triste: yo comparto habitación con el psicópata de Eito y tú con esas tetas blanquitas y firmes. Son preciosas, juraría que me podría meter una entera en la boca.

Me palmeé la cara por lo que, del golpe que profirió Ritto a Saichi, sólo pude escuchar el ruido de un falsete agudo y las paredes de madera crujiendo.

― ¡Te mataré de verdad!

― ¿¡Pero por qué!? ―abrí los ojos, escondidos detrás de mis dedos. Saichi sangraba por la nariz desde el suelo y Ritto sacudía la mano del brazo que no tenía roto.

― ¡Por hablar de las tetas de mi novia!

― ¿Tu novia? ―preguntamos al unísono el rubio y yo.

La cara de Ritto, que ya estaba bastante enrojecida por la ira, adquirió un tono superior que le pintaba los pómulos de morado. Su piel empezó a erizarse y abrazó sus abdominales desnudos.

―Bueno...

Me miró con inocencia y fragilidad. Su expresión débil me escupió de aquella situación surrealista en la que me habían atrapado con golpes e insultos para recordarme que Shiruke, el perjudicado de Shiruke, había conseguido abrir los ojos.

Sin mediar palabra me escabullí por la puerta con pasos acelerados y desnudos. La madera se sentía fría en la planta de mi pie candente. En el silencio de la noche sólo pude escuchar la risa de hiena de Saichi que evolucionó a gritos de auxilio y de dolor. Pronto descubrí la pierna de Sairu colgando desde el respaldo del sofá y su brazo entablillado sobre la mesita de café. Era una postura muy poco ortodoxa pero parecía estar profundamente dormida. Eito se refugiaba bajo la única luz que iluminaba el salón, con su querido libro en sus manos vendadas y una mirada perdida entre las letras.

Ryu; Retorno (2)Where stories live. Discover now