56: "Vida"

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En silencio, obedeciendo ahora las indicaciones de su padre, Amelia quedó estática contemplando el profundo abismo de aquellas palabras tan significantes.

En la oscuridad de la duda, diversas incógnitas surgieron. ¿Cómo había sido eso posible? Sí ella siempre había sido precavida en que su romance no tomara una forma tangible, no comprendía por qué se encontraba a sí misma envuelta en tan melodramática situación.

Desvió su mirada a la ventana, en ella el firmamento carecía de luz, pero las lumbres de los fulgores nocturnos del cielo brillaban serenando su cabeza. Cada estrella era una idea y la luna, tan serena como siempre, planteaba una meta final la cual desconocía de su propio objetivo.

Debía preguntarlo, no podía quedarse con intrigas infundadas bañando su mente. —¿Está confirmado?— Su voz sonó trémula, en ella no había inseguridad.

Parándose a su lado, su padre mencionó. —Sí, hija… Míralo por ti misma— Extendiendo unos papeles a sus manos, Juan le entregó a Amelia los resultados de su análisis sanguíneo. Prueba fehaciente de los hechos.

Amelia los tomó para luego comenzar a leerlos, sí había algo positivo en su tiempo de relación con Augusto fue el nuevo conocimiento que él le había regalado, aquellos resultados eran fácilmente entendidos por la ex novia de un médico. Al pie de la página encontró aquello que temía, su estado gestante estaba descripto con exactitud mostrando un avance propio de cinco semanas en el recuento hormonal. Lo leyó una y otra vez, intentando creer que sus ojos la engañaban, pero no… Era un hecho.

Suspirando, uno de sus pensamientos se coló por su boca. —¿Cómo puede ser posible? Sí siempre fue precavida con esto—

—Ami…— Desde el barandal izquierdo de su lecho, aquella voz calmante resonó. —Augusto tiene que ver con esto, luego te lo explicaré…— Tomás había hablado, dejando la puerta abierta a diversas suposiciones que aparecían como cometas penetrando el aire.

—Sería bueno que nos explicases a todos, porque no entiendo como dos personas maduras, sobre todo tu— Mirándolo a Tomás, Juan continuó hablando. —No puedan haber prevenido esto—

Tomás dejó de contemplarla, saliendo de su atento estado de guardia ante sus reacciones, para elevar sus pacíficos ojos al progenitor que exigía una explicación. Sus palabras eran claras y en ellas no había ápices de tartamudeos. —El alteró nuestros métodos. ¿O acaso nunca escuchaste de su boca el profundo deseo de ser padre que tenía? Como te lo dijo Facundo, él no puede concebir, pero aun así se las ingenió para que se produjera un embarazo—

Amelia en ese momento sintió a su propia mente ensombrecer bajo el perfil del odio, todo encajaba perfectamente. Los días concordaban y las ausencias de quien en ese entonces era su prometido cobraban significado, él todo lo había planeado. Sintiéndose tonta y hasta manipulada como una pieza de ajedrez, plasmó su rencor en un sencillo insulto. —Hijo de puta— Teniendo un efecto anestésico, esa fácil oración de tres palabras ayudó a liberarse de una carga acompañada de un suspiro, pero luego entró en razón. Tomás había hablado libremente de su sexualidad, en la cual ella era partícipe, delante de su padre sin provocar ninguna desbordada actitud. Curiosa y perpleja, cuestionó. —¿Tu sabes qué…?—

—Sí, él ya me dijo todo… No creo que sea el momento más oportuno para darte mi punto de vista, Amelia— Mencionando, Juan mostró su conocimiento, se notaba en su mirada algo de desapruebo, pero sinceramente eso no importaba en tan preocupante situación.

—Bueno…— Despreocupada ante aquello, Amelia reveló su falta de interés. —Tarde o temprano te ibas a enterar—

—¿Eso es todo lo que tienes para decirme, Amelia?— Buscando en su hija una mínima pulgada de culpa, Juan subió de manera moderada el metal de su voz. —¡Tiene casi mi edad! ¡Peor aún, es un religioso que casi me alcanza en años!—

Perdóname, Amelia (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora