16: "Gula"

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—¿Por qué te mudaste?—

Amelia estaba sentada en sus piernas, quería sentirlo y encontrar nuevamente el camino al único lugar donde nacía la paz. Con una taza colmada con chocolate caliente, ella hablaba y por momentos reía, estaba condenada. Otra vez caía en el propio paraíso que ella misma había construido a base de colores propios de las llamas infernales.

—Bueno... Cuando se fue la zorra de mi madre, papá quiso conseguir otra casa, más cerca del centro de la ciudad. Yo pensé: "Oye, Lia. ¿Por qué no te consigues un lindo piso para poder hacer todo lo que quieres? Y así sucedió, lo conseguí—

Tomás acarició su frente, para luego correr el dorado mechón que le impedía gozar de su rostro en toda la plenitud de su vista, colocándolo detrás de su oreja. Pronto una idea mancilló su mente, debía preguntarlo si realmente quería conocer la verdad de su propio ángel. —Ami... Te conozco ¿Qué locuras hiciste?—

Un suspiro fue provocado por aquella interrogante, había cosas de las cuales no quería hablar. —Tomy... Créeme, no quieres saber eso— Dándole un relajante trago a su vaporosa taza, Amelia puso en juego la única pregunta que realmente le interesaba. —¿Qué haremos?—

—No... No lo sé, pero lo que tu decidas es lo correcto para mí—

Amelia sonrió al sentir el cadáver de su adolescencia estar sumergido en la melaza de la inocencia imperdurable de su viejo amante. —Solo necesito pensarlo, pero prometo no salirte con algo raro. No te diré que dejes los hábitos o algo así, solo debo elegir...—

—¿elegir?—

—Sí, ya sabes. Entre ser la esposa de Augusto o ser la puta del cura, renegada siempre a la clandestinidad.—

—Ami...— Había dolor en sus palabras, Tomás sabía que su alma seguía atormentada y su corazón desgarrado. Cuando quiso continuar hablando fue la propia Amelia quien terminó la oración.

—¿No es lo mismo que antes?—

—No... Todo lo contrario, es exactamente igual que antes. Pero te prometo que esto tendrá un final distinto—

—Si... Claro— Dolía, pero aquello era una realidad. El destino nunca jugaría a su favor. —Tomás, no creo en tu amigo imaginario. ¿Voy a creer en ti?—

Cuando el silencio llenó la iglesia, solo un triste suspiro salió despedido por parte del hombre que podía escuchar como los pedazos rotos de su alma volvían a crujir. No podía culparla, ella tenía razón, pero el saber su pesar pasado y como este creaba surcos en el presente, destruía su moral. —Perdóname por todo... de verdad. Perdóname, Amelia—

—Tomás... El tiempo curó un poco las heridas. Quizás hasta suene madura con lo que diré, pero sé que no estoy haciendo lo correcto y que quizás acabo de joder al único hombre bueno que realmente dejaría todo por mí.—

Intentando que la obviedad de sus intenciones no salga a la luz, se mintió a sí mismo y le mintió a ella. Pronto tendría tiempo para reconquistarla y una vez más remontar vuelo a su lado. —Te entiendo...—

Amelia pensó unos momentos, para luego levantarse de sus piernas, caminó unos serenos cuatro pasos solo para observar todas aquellas rosas que yacían en los pies de cada santo. —Oye... La pasé bien, pero quiero marcharme. ¿No te molesta hablar tú solo con la policía?—

—No, para nada, Ami—

—Entonces dile que nuestro amigo, el muerto, se convirtió en un fiambre a las 21:35 y que no conocemos su nombre, pero seguramente es de otro pueblo—

Perdóname, Amelia (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora