85. Capítulo final: parte uno.

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—Me alegra muchísimo que todo esté bien entre ustedes, hermano —habló Emily dándome una sonrisa. Se me acercó y me abrazó por unos segundos con fuerza—. En serio, estoy muy feliz.

Acaricié su espalda respondiendo al abrazo, —Yo también estoy feliz por ti.

Un par de tacones resonaron en las escaleras. Me separé de mi hermana sonriéndole y levanté la vista. Sentí que todo pasó en cámara lenta cuando la vi.

Mierda, la vi.

La vi... y me enamoré.

Por décima sexta vez.

Bajó los escalones con una elegancia y sensualidad que nadie podía siquiera imitar, movió la cabeza corriendo el cabello de su cara y se relamió los labios. Sus sublimes ojos se toparon con los míos y no supe qué hacer. ¿Cómo una chica tan preciosa como ella estaba con un imbécil como yo? Era la princesa más hermosa que había visto en mi vida y esperaba que pronto fuese mi reina.

Cerré la boca y me relamí los labios cuando terminó de bajar las escaleras, me sonrió con timidez encogiéndose en su lugar. Inhalé y exhalé, negando con la cabeza. No lo podía creer.

No dudé en acercarme, una de mis manos pasó por detrás de su nuca y la otra acarició su mejilla: —Hoy estás hermosa, todos los días estás hermosa.

Vi sus ojos cristalizarse y la acerqué a mí uniendo nuestros labios. No me importaba en absoluto terminar pintado como payaso. Quería deleitarla y hacerla sentir feliz. Conmigo nunca le iba a faltar los besos y las caricias como palabras. Era lo que mejor sabía hacer y ella era la mejor persona que merecía recibirlas. Quizá no era poeta, ni me acercaba a uno; no era un novio excelente, pero daba lo mejor; quizá ella podía llegar a resultar no ser el amor de mi vida —aunque pensase tanto que sí—, pero era mi definición de amor.

Ella me completaba y no quería nada más que eso.

Mientras estuviese conmigo, no le iba a faltar dulzura, y pensaba dejárselo en claro siempre que tuviera la posibilidad.

No lo piensa mucho ni se aleja. Su boca se abre, dándole paso a mi lengua. Me sorprendía que, después de tanto, por fin teníamos nuestro momento, las aguas se habían calmado y quizá la guerra había finalizado. Me hacía bien sentirme así y me sorprendía que ella también haya querido lo mismo que yo. Me encanta recibir tanto de su parte y me encanta darle mi corazón. Si alguna vez, decide romperme en pedazos o encuentra a alguien mejor, dejaría que se vaya porque en algún tiempo o lugar fui feliz, fuimos felices, y eso era lo que importaba.

No se podía retener a las personas cuando ya estaban decididas a amar a alguien más. La vida es un experimento, llena de aventuras, adrenalina y emoción, basta con ser un poco sabio y dejarte llevar porque estábamos para eso: para experimentar, para cometer errores, para preocuparnos y tomar responsabilidades. Para crecer y mejorar, para evolucionar; para reír, llorar y enojarnos; para conocer nuestras virtudes y defectos, nuestras debilidades. Estábamos para ser individuos.

Teníamos que fallar para aprender, y el resultado de los errores es los que nos hacían grandes humanos.

— ¿Qué pasa, tonto? —me preguntó Ash arrugando las cejas. Su rostro lucía divertido y me estaba sonriendo.

—La vida me pasa —respondí fingiendo melancolía. Aunque decía la verdad.

—Uy, sí —me siguió el juego dándome unos codazos. Hizo una mueca con la boca—. La vida es muuuuy difícil...

Negué junto a una sonrisa. Le ofrecí mi brazo y pasó el suyo por el hueco que formaba, sostuve su mano y la acaricié con la otra.

—Nada es difícil si estoy contigo.

¡Esto es guerra! © #2 [BORRADOR]Where stories live. Discover now