85. Capítulo final: parte uno.

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Emily finalizó la trenza cascada que caía en el cabello de Alison. Su vestido consistía en un color azul extraño pero agradable hasta la mitad de los muslos. Era una tela opaca y ceñido al cuerpo, se sostenía mediante dos tiras en sus hombros. No se había molestado en utilizar unos stilettos del mismo color.

En cambio, Emily tenía un vestido blanco con muchísimos detalles y acabados, era por debajo de la rodilla y llevaba un escote pronunciado que le llegaba un poco más arriba del estómago. En sus pies se ubicaban unos zapatos negros que sostenían solamente sus dedos y el talón. Su cabello rubio con ondas estaba despeinado y era lo que la hacía ver incluso más hermosa.

Sonreí observándolas a cada una. Habíamos hecho un maravilloso trabajo entre nosotras y me sentía tan feliz que siquiera había tenido tiempo de ponerme nerviosa. Me miré en el espejo alisando el vestido y acomodé a mis chicas en el top.

— ¡Estás preciosa, Ash! —exclamó Madison. Aplicó un poco de labial color beige en sus labios y procedió a echarse más laca en el cabello para que le quedase perfecto.

Tenía puesto un vestido negro brillante con toques dorados, era sin mangas y resaltaba sus pechos al igual que su cintura de avispa. Finalizaba en la mitad de sus muslos, pero encaje del mismo color caía al suelo provocando que, a simple vista, uno pensase que era un vestido completo. El tajo en el centro la ayudaba a moverse un poco más, a la vez que en sus pies eran sostenidos por unos zapatos negros de tiras.

No entendía cómo podía resistir los zapatos, pero me alegraba que utilizase algo con lo que se sintiese conforme.

—Deja de pensarlo tanto —me lanzó una mirada fugaz en el espejo—. Si no te sientes cómoda, te puedo prestar otro vestido.

—No es el vestido —comenté, poniéndome el indispensable labial carmesí—. Algo no me queda bien... no sé, me siento incompleta.

Chelsea salió del baño con su hermoso vestido dorado corto de mangas largas junto a unos zapatos de tiras brillantes que le quedaban a la perfección. Su cabello caía a un costado de su hombro dejando ver un aro de cadenas pequeñas, sencillas y prolijas.

Emily le pasó algo entre manos y la rubia se encargó de atar un collar dorado en mi cuello. Constaba de una cadena fina de oro con un diamante diminuto en forma de corazón. Lo acaricié con mis dedos sonriéndole a Emily.

—No es el collar de piedras zirconia de mi familia —se encogió de hombros y soltó una risa—. Pero te queda muy lindo.

—Gracias, Emily.

Según lo que me había contado, el collar de piedras era de bajo costo, pero el verdadero valor era el significado que su familia le daba. Su tatarabuelo se lo había regalado a su tatarabuela, lo había pulido con sus manos y le había propuesto matrimonio con el collar. Era una tradición para los hombres de la familia Brown: pedirles casamiento a sus respectivas novias con el accesorio; era hereditario. De generación en generación y, por el momento, ningún chico Brown había pensado en casarse.

Por eso, Nathalie y Joseph se encargaban de guardar el collar hasta que, alguno se decidiera a casarse. Era una linda costumbre. No tenía valor monetario, pero sí sentimental y era lo único que importaba.

— ¿Ya te sientes más completa? —bromeó Madison guiñándome el ojo y sabía a lo que se refería.

— ¡Madison! —la regañé entre risas. Estampé mi puño en su brazo cuando comenzó a burlarse de mí.

—Qué asco —Emily fingió hacer una arcada y miró con desagrado negando con las manos—. No hablen de eso frente a mí. Me repugna.

— ¿Por qué? —preguntó Chelsea arrugando el ceño. Se sentó en la cama mirando con ojos soñadores—. Es algo completamente normal. Que lo haya hecho con alguien que le gusta mucho y que sea correspondido, lo hace aún más emocionante.

¡Esto es guerra! © #2 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora