82. Parte dos: Mucho amor y regalos.

26.7K 2K 2.3K
                                    

En el capítulo anterior:

{— ¿No te gustan las cartas?

—Viniendo de ti, me gusta todo.

Lo vi suspirar como si se estuviese quitando el peso de encima y su hermosa sonrisa volvió a aparecer.

—Igualmente, no era la sorpresa.}

---

Capítulo ochenta y dos

Parte dos: Mucho amor y regalos


Se encogió de hombros mostrándome lo que escondía y casi que grito observando el enorme manjar. El frasco de Nutella más grande que jamás haya visto se encontraba frente a mis narices y los ojos no me dieron abasto que derramé alguna que otra lágrima. La sonrisa de satisfacción no se la podía sacar nadie, apoyó el pote en mi escritorio y abrió los brazos.

Corrí hacia él. En el momento que estuvimos frente a frente, pasé con velocidad mis manos por su nuca dejando mi cabeza en el hueco de su cuello. Una deliciosa fragancia embriagó mis pensamientos, nunca había sentido su perfume tan rico como en ese momento.

Noté cómo acariciaba mi cabello y me apretaba entre sus brazos. Pasé mis dedos por el suyo mientras apretaba los ojos buscando no despertar del posible sueño. De verdad lo necesitaba, después de tanto tiempo, lo quería.

Lo quería conmigo.

No sabía qué sería de mí después del abrazo. ¿Qué sentía por Ashton Brown?

A veces el problema es que tu mente no quiere admitir lo que tu corazón ya sabe.

¿Qué era lo que mi corazón sabía?

Intentó separarse de mí y lo apreté con más fuerza.

—No busques alejarme otra vez.

Presentía que sonreía y, de igual forma, no quería verlo. Porque... mierda que me tentaba ese rostro, me tentaban sus labios y me tentaba él.

Me tentaba Ashton Brown.

Lo solté un poco sintiendo sus manos bajando por mi espalda hasta dar con mi cintura. Sus labios dejaron un camino de besos desde mi mejilla a mi cuello. Sus manos se elevaron hasta mi rostro y se separó levemente de mí. Posé las mías sobre sus antebrazos, consciente de lo que podía o no llegar a pasar.

Observar sus bellos, dilatados y penetrantes ojos grises provocaban que mi estómago quisiera vomitar unicornios.

—Los ojitos te delatan, Smith...

Atrapé mi labio inferior entre mis dientes. Acaricio la piel de su brazo concentrándome en fijar mi vista. Nunca me iba a permitir que sus ojos me causaran intriga o incomodidad. Me gustaba que me mirase y más si hablábamos de esos grises y brillantes ojos.

—Odio que mi consciencia y mi corazón no piensen lo mismo.

<<Pero que mentira más grande que dices>>

—Te gustaría odiarme, pero no, no me odias —confirmó con ímpetu. Hice una mueca afirmando que sí lo odiaba, soltó una risa apretando mis mejillas—. Me enfurece sentirme equivocado cuando tengo razón.

Luego de tremendo frasco de Nutella y las cartas, ¿cómo podía odiarlo?

Me mordí el labio tratando de impedir cualquier acción que quizá en un futuro no muy lejano, me llegase a arrepetir, pero él se apresuró a hablar: —A nadie le da miedo las alturas, les da miedo caerse; a nadie le da miedo decir "te amo"; les da miedo la respuesta.

¡Esto es guerra! © #2 [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora