Cierro los ojos un momento para recuperarme.

Trago saliva.

—Fue increíble —susurro, tímidamente.

Una de las manos de Evan viaja a mi cabello y comienza a acariciarlo, mientras que la otra está sobre mi espalda baja.

Deposita un beso sobre la cima de mi cabeza.

—Eres increíble, Eli —susurra, con la voz enronquecida por las emociones.

Una sonrisa tira de la comisura de mis labios, y me acomodo más sobre su pecho, de modo que lo encuentro agradable.

Ahora el aroma del reciente acto que ejecutamos está impregnado en nuestra piel; el olor a haber hecho el amor recientemente..., y me gusta.

El solo pensamiento de eso hace que mis mejillas se calienten ligeramente.

Un reconfortante silencio nos envuelve, eso, y anudado a la sensación cosquilleante que siento en el pecho.

De pronto, siento como Evan se remueve entre mis brazos.

—Tengo algo que he querido darte hace unos días, y ahora sé que es el momento perfecto —dice, y mi ceño se frunce en confusión. Dicho eso, logra que yo quede en una posición sentada, donde por instinto trato de cubrirme con la sábana, y luego siento como un peso de la cama se quita. Entonces sé que Evan acaba de levantarse, y lo que no sé es qué rayos va a hacer.

—Evan, ¿qué harás? —pregunto, medio desconcertada.

—Ahora vuelvo —dice, desde algún punto lejano de la habitación.

No puedo evitar pensar en Evan caminando por mi habitación —o por donde sea— desnudo, y el mero pensamiento hace que mis mejillas se calienten, otra vez, ligeramente.

Después de unos cuantos más minutos de silencio, donde en alguna que otra ocasión tengo el repentino impulso de llamarlo, unos pasos apenas audibles vienen en mi dirección.

Nuevamente un nuevo peso hunde una parte del colchón, y el aroma masculino de Evan inunda mis fosas nasales.

Siento como toma mi mano izquierda, y se queda así por unos largos segundos que se me hacen eternos.

Un suspiro sale de sus labios desspués de otro rato de silencio.

—He querido darte esto desde hace mucho —Su voz irrumpe en el silencio de la estancia—. Es un anillo de promesa —explica, y el corazón se me cae a los pies en el preciso instante cuando siento como desliza el anillo en mi dedo anular—. Esta es mi promesa: no voy a alejarme. Voy a quedarme, voy a cuidarte y voy a amarte por el resto de mis días.

No soy capaz de confiar en mi voz ahora mismo, así que me limito a sentir una emoción poderosa y abrumadora que me llena el pecho en el momento que termina de pronunciar aquello y terminar de colocar el anillo, algo cálido se instala en mi pecho, con fuerza, y de pronto quiero echarme a llorar de felicidad; de pronto quiero besarlo, quiero abrazarlo y apretujarlo; de pronto quiero hacer tantas cosas, sin decir ni una sola palabra pero, de todas las que quiero hacer, sólo termino haciendo una: de alguna forma logro acomodarme y hacerlo que vuelva a acostarse, de tal forma que quedo arriba y él abajo. Mis pechos quedan pegados junto a el de Evan, mientras que sus manos me sostienen de la cintura y, en esta posición, mis labios encuentran los suyos.

Lo beso con ternura y determinación; con cariño y firmeza. Evan enseguida sigue mi beso y, sin aviso previo, su lengua encuentra la mía.

Después de unos cuantos segundos más, nos separamos y uno mi frente con la de él, escuchando su respiración ligeramente agitada, al igual que la mía.

Aunque no te pueda ver ©Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon