La fiesta.

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La gran mansión de la cual Ámbar y Luna iban a ser herederas estaba verdaderamente hecha pedazos luego de la fiesta que habían organizado, los Valente y el señor Alfredo habían tenido que viajar a México con urgencia para poder completar unas tareas administrativas ahora que Sharon no estaba. Ambas jóvenes habían decidido quedarse para así, poder practicar con más intensidad para las competencias y de esta manera la rubia convenció a su prima de hacer una fiesta en los grandes jardines de su casa.

Mala idea.

Millones de envases tirados, algunos cigarros y hasta forros eran las cosas que se podían divisar por toda la gran extensión del jardín. Ya casi eran las siete de la mañana por lo que deberían limpiar el jardín, no pensaban hacerlo ellas así que decidieron contratar un servicio de limpieza. O en realidad, eso lo decidió Luna, ya que su querida primita, como era  de esperarse, no se encontraba con todos los sentidos alerta.

Ella había tomado demasiado alcohol y consumido algunos estupefacientes, pero sinceramente a la rubia no le importaba demasiado. No le importaba que hacia con su cuerpo ni las consecuencias de la misma en su sistema. Ámbar se odiaba, no tenía ni un poco de amor propio ni tolerancia por ella misma, ahora aún más desde el momento que en ya no tenía relación alguna con Simón.

El mexicano también había asistido a la fiesta ya que junto con la Roller Band se estaban hospedando en la gran casa, la observaba sin saber qué hacer, Ámbar estaba todavía enfiestada, sin poder emitir palabras coherentemente y tampoco mantenerse de pie, su mirada estaba perdida y apenas podía coordinar para poder fumar tranquila y con mucha habilidad como al parecer estaba acostumbradaZ

—Am, vení, vamos a dormir —dijo la pequeña mexicana mientras tomaba la mano de Ámbar e intentaba levantarla del sofá donde estaba desplomada sin éxito alguno.

—No quiero —contestó la rubia cruzando los brazos como si de un bebé pequeño se tratase mientras dirigía el cigarrillo a su boca una vez más.

—Dame eso —gritó Simón estresado, quitándole el objeto de su mano a lo que la argentina bufó, no entendía que hacía él en ese lugar. Era su ex y por lo que le había dicho, su presencia no le importaba en lo absoluto—. ¿Sabes lo que produce fumar? —Al no obtener respuesta la joven continuó mientras lo pisaba—. Cancer.

—No importa, mejor si me muero —agregó la ojos azules como pudo, debido al alcohol en su cuerpo.

—Ya está, deja de hacer y decir estupideces. —Luna fue quien habló esta vez.

—No sos nadie para mandarme, primita —gritó Ámbar mientras caía acostada, debido al efecto del alcohol—. Y vos menos, si yo no te importo.—Ahora se dirigía a Simón.

—¿Qué dices Ámbar? —El rostro de él se había desfigurado luego de escuchar eso.

—Nadie me quiere y no me importa —canturreó la rubia mientras Luna intentaba hacer que entrará en razón pero esta, no podía. Ambos se observaron preocupados, nunca la habían visto en el estado que ella se encontraba hoy. La mexicana y Simón se observaron y la primera lo miró suplicante, pidiéndole ayuda a su mejor amigo con su prima mayor quien ahora estaba "desmayada" en el sillón.

—Ámbar...—El mexicano le tocó el hombro y la sacudió—. Hey, bonita...— La ojos azules solamente balbuceaba, los efectos de todo lo que había consumido estaban apoderándose de ella—. Luna...si quieres, yo me encargo de ella. Descansa, te ves horrible y cansada. —La joven lo miró horrorizada, no podía dejar a Ámbar sola con Simón ahora que ellos estaban peleados. La rubia no se lo perdonaría jamás y realmente no quería tenerla de enemiga nuevamente cuando ya habían logrado entablar una muy buena relación entre ellas dejando de lado todos sus problemas.

One Shots- Simbar Where stories live. Discover now