Perfecta.

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Todos en estos días queremos ser perfectos. Apenas entramos en la adolescencia, vamos corriendo al ortodoncista a colocarnos brackets para lucir una sonrisa digna de anuncio de pasta dental, nos matamos con dietas y ejercicios para lucir el cuerpo Perfectos. Nos pasamos la vida intentando llegar a ella y no nos damos cuenta que la perfección en definitiva no existe, pero aunque no lo creamos, hay personas que ante sus ojos si lo somos.

La fiesta de Luna había terminado, ella había sido el centro de atención otra vez y eso a Ámbar ya no le molestaba, es más ahora le dolía muchísimo, tanto que no podía explicar el como, ni el porque.

Luego de mucho torturarse y pensar, realmente se dió cuenta cuál era la realidad a la que estaba destinada a vivir, la pequeña Valente  estaba rodeada de amor, el de sus amigos, el de su familia; y ella cada vez  estaba más segura que no tenía a nadie, que se sentía sola y a veces hasta pensaba que absolutamente ninguna persona en la faz de en este mundo sentía tan solo un poco de aprecio por ella.

La noche estaba oscura y ella se encontraba en el gran jardín de la gran mansión sentada en el césped perfectamente cortado, aún se encontraba vestida de la forma en que lo estuvo en los dieciocho años de su primita. Suspiró y observó al cielo, estaba nublado, tal vez una tormenta comenzaría a caer en cualquier momento.

Mientras observaba esa inmensidad, una pequeña estrella le llamó la atención estaba sola en ese gran cielo y en cada instante, las grandes nubes oscuras se acercaban a ella, intentando consumirla, taparla. Ámbar se sentía esa pequeña estrella, tenía a Simón, y a Monica en su vida pero sus inseguridades, miedos, dolores del pasado, presiones y sentimientos la consumían, le dolían y la opacaban demasiado.

Sus mejillas empezaron a mojarse, pequeñas lagrimas salían caían por ellas, estaba cansada de llorar pero sin dudas cada vez lo necesitaba más. Estaba enojada con el mundo, con la vida y estaba segura que si creyera en Dios también estaría enojada con Él.

¿Por qué siempre todo y todos en esta vida le dieron la espalda?

Su llanto se intensificó al instante que comenzó a temblar, no podía respirar bien, no sabía que estaba sucediendo con ella misma, pero solamente sintió unos brazos fornidos que la rodeaban y que le susurraban cosas hermosas mientras un miedo la invadía, aunque poco tiempo después ese perfume que tanto conocía la calmó un poco y colmó de paz. Era Simón, su Simón.

¿Cuánto tiempo estuvieron así? No lo sabían, solo se separaron en el momento que Ámbar había logrado cesar su llanto mientras su respiración se calmaba. Sus ojos se encontraron cuando Simón la beso transmitiéndole todas las emociones que sentía por ella, desde amor hasta la más profunda admiración hacia su persona.

Cuando se separaron, él tan solo se limitó a hablar en el momento en el cuál ambos se habían recostado en el pasto con ella escondida en su pecho el cual, era su lugar seguro dentro de este mundo que solamente se empecinaba con lastimarla.

—¿Quieres contarme?— ella negó.— esta bien... pero recuerda que aunque yo no tenga ninguna idea de lo que está pasando por esa cabecita linda, siempre voy a ayudarte. No sé cómo, pero voy a encontrar la forma.— los ojos de Ámbar se humedecieron otra vez al recordar el momento en el cual él, casi sin conocerla, la había visto llorar en los lockers y sin más le ofreció su ayuda, la cual no fueron simplemente palabras, estas se convirtieron en acciones las cuales la llenaron de vida. Él le dió todo el amor que tenía y aseguraba también, que mucho más.

— A veces siento que no puedo,— dijo susurrando— no puedo seguir Simón. Me siento, tan sola...— el mexicano iba a hablar— sé que estás conmigo mi amor, pero no puedo pedirte que seas todo lo que necesito, no podes ser mi padre, mi hermano, mi amigo y mi novio y eso no es un error tuyo, porque no te corresponde.

One Shots- Simbar Where stories live. Discover now