Maratón: Capítulo 53

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—¿Que pasa?—chasco la lengua.

 El liquido se impregna en mi palma, lo mio es superficial a comparación con lo de Rizitos. Mis brazos solo se inflamaron y en algunas zonas se formaron ampollas.

Aprecio haber estado inconsciente, porque no sentí nada. En mis manos y brazos hubieron quemaduras de segundo grado, mi mejor amigo obtuvo una de tercer grado. 

Por suerte reconstruí bien los nervios, la destrucción de la dermis y la epidermis debió ser agonizante. 

Tiro los pedazos de piel afectada y me acerco a mis atentos compañeros.

—¡ Demasiado tarde !—exclama alguien desde fuera.

Los miro expectante a una respuesta.

 —N-nos...rastrearon—rompen las ramas que tapaban nuestro escondite. 

Tres engendros que no conozco, descarto que sean del Agua. 

Cuando nos atacan con un centenar de piedras, por instinto envuelvo a mis amigos con líquido congelado proveniente de sus propios cuerpos.

Rizitos toca el suelo y levanta una muralla gruesa que recibe los golpes.

Saco las espadas que había mantenido sin usar, corto las enredaderas que conformaban nuestro techo y tomo la mano del chico del Aire. 

Tiro del sabiendo que él de Tierra es un experto en batalla y entenderá que es el momento oportuno de escapar. 

Si hay que luchar no puede ser en este espacio reducido.

—Quédate aquí—le ordeno al temeroso—Si estamos en peligro interviene—tomo su rostro entre mis manos y le obligo a mirarme—Sé que no te gusta, pero deja de temblar—hablo fuerte causando que se sobresalte.

El tronco es lo suficientemente ancho y alto, cubre su cuerpo además de que el ruido de nuestros ataques será el indicado para camuflar los castañeos de los dientes del autista.

Somos alcanzados por mi amigo y sus perseguidores.

Tengo miedo de que el dolor de sus heridas intervenga como distractor.  

Avanzo hacia Rizitos a paso apresurado, el abre sus brazos y alza mi cuerpo por los aires.

—Perfecto—escupo la primera aguja paralizante que encaja en su cuello.

De inmediato lanzo dos más que no aciertan en su objetivo.

No entiendo la razón de que tres engendros del mismo Elemento se hayan aliado. ¿Por qué si son enemigos nos cazan juntos?

—Perra—grita el fortachón.

Antes de que reaccione una bola maciza me golpea contra las ramas cercanas.
Sobo mi espalda que recibió lo duro de la caída, mis brazos protegieron mi cabeza y las piernas al tórax.

En el impacto solté las espadas, así que no cuento con ellas.

—¡¿Te gusta jugar?!—la madera en la que reposo se mueve al igual que si tuviese vida propia.

De pronto, uno de sus ganchos se alarga, se dobla e intenta atravesarme.

Salto de las alturas, caigo de bruces al suelo.

¿Controló un árbol? ¿Qué fue eso?

Rizitos está demasiado entretenido con los otros dos imbéciles, no puedo depender de él. Esto lo tendré que enfrentar sola.

ZONA DE FALLAS: ENGENDROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora