Capítulo 1 (editado)

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Corre. Corre. Corre.

¡Por la mierda más rápido!

Mis pies me traicionaron más de una vez, caí al asfalto y se quemó mi mano izquierda al rozar la pared. Las explosiones seguían y la angustia se propagaba con el fuego.

Si sobrevivo a esto, estaré horas curando quemaduras.
Debo lograrlo, no quedaré hechas cenizas.

Uno de los sujetos me pasó y golpeó mi hombro haciendo que me estrellara contra el suelo.

Me atreví a mirar hacia atrás y las tripas se me revolvieron al ver los cuerpos calcinados de los chicos que habían sido mis compañeros por años.

Inhalé para calmar el miedo, sin embargo, mis pulmones se llenaron de humo tóxico. Tocí como una endemoniada, el ambiente está compuesto por alguna sustancia vesicante.

¿Iperita o lewisita?

Debe ser lewisita porque no hay ningún olor llamativo o fuera de lo normal dentro de este caos.

La franja de fuego podría manejarla a mí favor, pero si lo uso seré descubierta, aunque si no actúo moriré.

Me puse de pie y quise gritar como una loca por la tortura que significó apoyar mi pierna derecha

No lo lograré.

A lo lejos observo como algunos sujetos se pierden en el oscuro túnel, tengo que llegar hasta ahí.

Es la meta, es mi salvación.

Seguí avanzando, evitando los escombros y las bolas de fuego que se estrellaban cada tres segundos.

—Cuidado—alguien tiró de mi pierna buena y me hizo caer de boca en el suelo. Una ráfaga de fuego se estrelló en el lugar que ocupaba antes y explotó en pequeñas chispas.

Saboreé la sangre de mis labios.

Un chico Down pasó su mano por mi mejilla, me estremecí al contacto y quise retirarme.

—Debes sobrevivir—su cara era redonda, sus ojos rasgados y sus apenas visibles labios estaban demacrados.

—Tú también—el negó con su cabeza y apuntó sus piernas.

Ahogué un grito.

Lo que quedaba de la izquierda era carbón puro y la derecha la envolvía un mar de sangre.

—Gracias por defenderme—en este momento solo el shock no me permitió romper en llanto.

—Cualquiera lo hubiese hecho—le quité importancia.

Por un segundo el ambiente caluroso y tormentoso desapareció. Volví a nuestros camarotes de cuando teníamos cinco años, esos a los que un día llamé hogar y ahora eran el único recuerdo de felicidad que tenía. A este Down lo conozco desde que tengo memoria, fue uno de los pocos que logró llegar hasta este campamento o lo que queda de él. Y ahora verlo desvalido, al borde de la muerte, con un futuro poco optimista.

Mierda. Puta mierda. Eres una inútil. Débil. Un engendro.

—Lo siento—mi voz ronca se instaló en mi garganta.

—No tienes de que disculparte—me sonrió amablemente. Está en su lecho de muerte y aun así mantiene su carácter cariñoso y pasivo.

—No soy capaz de salvarte, lo siento—lo abracé.

—No me cures es inútil—me detuvo cuando pose mis manos sobre su pecho.

—Aunque quisiera necesito agua—le di la clave de mi secreto.

ZONA DE FALLAS: ENGENDROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora