Capítulo 43

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—Lo siento, no pude hablarte antes. Pero no es para que reacciones así—desvío la mirada del ceño fruncido y las arrugas de la frente de Adrián.

—No es eso, solo no quiero verme involucrada en este embrollo—finjo estar tranquila, segura de lo que estoy diciendo—Quiero concentrarme en salir de aquí y no puedo porque constantemente me involucran en estupideces—le doy un sorbo al vaso de agua que mantengo en el velador.

Lo veo suspirar con la mirada perdida.

—Se que este último tiempo ha sido difícil, no he podido estar presente en tus días, te he descuidado...

—Para—levanto las manos interrumpiéndole—Yo sabía en lo que me estaba metiendo, fue divertido estar con alguien de la alta, pero ahora me aburre—encojo los hombros, muerdo una uña y luego la miró restando importancia a mis palabras.

Los siguientes minutos son de absoluto silencio, no volteo a verle, no puedo.

No soy capaz de soportar la angustia en su mirada, sé cómo destruirlo, tengo claro que sí le muestro indiferencia a lo vivido, él se lo creerá. Porque dentro de sí, siempre ha dudado de que le quiera en verdad, además nunca se lo digo.

—¿Q-qué de-seas? L-lo siento...n-no debí des-cuidarte—un escalofrío recorre mi espalda, parece darse cuenta de sus titubeos, ya que aclara la garganta—Voy para allá—sentencia.

—¡ No !—exclamo alarmándole—Basta, quédate en tu maldito palacio y déjame en paz—finjo enojarme.

—¡¿ Qué ocurrió ?! ¡ Tú no eres así !—tengo miedo de que nuestros gritos se escuchen en los pasillos.

—Estoy cansada de fingir tener sentimientos por ti—sonrío mordaz—¿De verdad te creíste el cuento?—río.

Estoy podrida y moriré con este dolor en el pecho.
No solo destruyó lo nuestro, creo que en estos momentos es lo último que me importa, lo que realmente jamás me perdonaré es herirle.

No se merece mis mentiras, no tiene culpa de ser un Dios, es lo que le tocó, como a mi nacer en el eslabón más bajo de su sociedad.

Pero si seguimos encariñándonos, el inevitable adiós nos destruirá a ambos, si termino esto, ahora, él será capaz de olvidar mi existencia y solo yo le recordaré.

—Tú me quieres—dice casi suplicante—Lo sé, lo he visto y lo he sentido—su voz ronca, extrañaré tanto su timbre.

—No te quiero, no seas ridículo, siempre he sabido sobre mi posición. Quería tener una vía de escape segura...¿Qué mejor que el Dios del Agua?—le guiño un ojo.

—No—niega con la cabeza—A ti nunca te importó mi corona—acto seguido botó algo que no alcanzo a ver.

—Claro que me importa, sin tu título no habría podido avanzar hasta donde estoy, pero ahora ya no soportaré más tiempo las miradas reprobatorias y los rumores esparciéndose por los campamentos—tiro de mi cabello para cubrirme el rostro—Así que por favor llévate a los guardaespaldas y la institutriz, me recuerdan a ti, lo último que quiero es un recordatorio del dolor de cabeza que me causas—parezco una máquina, cada uso de mi saliva costará mi felicidad.

—Las noches, tus caricias, tus palabras de aliento, esa forma inexplicable de hacerme sentir mejor, tus ganas de ayudarme a resolver los problemas de mi Reino, la manera en la que lograbas despejar mi mente con una sonrisa, tus constantes carcajadas...todo lo fingiste—su cabeza gacha y los ojos moviéndose de un lado a otro.

¿Estoy dispuesta a perderle? Si, lo haré, porque le quiero demasiado y solo le traeré conflictos.

Lo nuestro es y será imposible de aquí a la luna. El destino es cruel, mi puta vida es una mierda, pero no pienso matar todas las esperanzas que tiene Adrián.

ZONA DE FALLAS: ENGENDROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora