Capítulo 2 (editado)

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Desperté de golpe, cuando sentí que mi cuerpo se movía de un lado a otro.

¿Soy yo?

No, es el suelo el que se estremece en vibraciones.

A juzgar por la palidez de las paredes, el moho en las uniones, las camillas esparcidas aleatoriamente y las máquinas conectadas, es la enfermería de algún campamento.

Observo que el muro a la izquierda se agrieta.

¿Qué está pasando?

Es lo que siempre sentíamos en el campamento de Chile, pero a una magnitud superior.

No es un simple temblor, esto es un terremoto.

—Ayuda. ¿Hay alguien? —una punzada en mi hombro me espabiló de cualquier tipo de anestesia que haya sido ingresada en mi cuerpo.

Con las manos temblorosas rocé la piel, está unida por negros hilos gruesos, son dieciséis puntos.

Agarré la sábana de la camilla para tapar mi desnudez.

Aunque si me vieran creo que la vista se les iría a las cicatrices más que a mis zonas intimas.

Caminé hasta la puerta, la cabeza me da vueltas. Pierdo el equilibrio al pasar al pasillo, mis rodillas se flectan y tengo que sentarme para no caer como un costal de papas.

Cierro los ojos y respiro hondamente esperando calmar mis pulsaciones.

No se ve nadie a la redonda, literalmente ignorando los escombros, los trozos de máquinas médicas y el polvo, estoy sola.

¿Por qué tenían que dejarme en la zona más aislada de la habitación?

Recién me percato del molesto ruido que provoca la sirena y las cegadoras luces rojas.

No la había escuchado. ¿Qué tan dopada estoy?

Lo suficiente para no haber despertado en plena catástrofe.

Me sujeto con la pared, mi equilibrio aun no es el mejor, mis dedos de los pies se encogen sintiendo la fría tierra moverse.

No siento a nadie a mínimo un kilómetro a la redonda, eso significa que no escucharán a pesar de que gritara hasta desgarrarme la garganta.

Cambié de dirección con la esperanza de que alguna ventana esté rota y de al exterior.

Apresuro el paso, sin embargo, soy detenida por una molestia que me hace rodar los ojos.

—Mierda—el tobillo volvió a traicionar mi estabilidad.

Posicioné la palma derecha sobre mi hombro, puedo sentir la anestesia en mi torrente sanguíneo. No es suficiente para que deje de sentir la fractura de mi tobillo.

No tengo más opción que aguantarme el dolor y seguir mi camino hasta salir de aquí.

Nunca me han enseñado a curar un hueso fracturado, ni siquiera he visto a alguien haciéndolo.

No paro de ver solo paredes grises, sin luz natural.
¿Es día o noche?

No hace un frío del demonio para que sea plena madrugada, pero tampoco las temperaturas son elevadas para pensar que hay un sol en su mayor plenitud.

Palpé mi hombro herido y descubrí que abrieron cinco puntos.
La sábana se tiñó de rojo en esa zona, me niego a detenerme por una hemorragia, ya he llegado muy lejos como para morir.

Aislando los dolores, el hambre que sentía y la angustia de no saber dónde me encontraba, solo avancé.
Llegué hasta una intersección.

¿Izquierda, derecha o recto?

ZONA DE FALLAS: ENGENDROSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora