Capítulo 7: Jocker

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La lluvia cedió poco después de la 1 de la madrugada, dejando una pesada neblina que envolvía los árboles que rodeaban mi casa y a través de la cual podía ver cómo sigilosamente se acercaba la sombra de una mujer, que poco a poco dejaba ver su reluciente rostro y es cuando suelta su larga cabellera al hacerse presente bajo mi ventana.

Portando un delicado vestido color amarillo miel que tocaba hasta el piso de sus pies y se ondulaba con el aire por cada segundo que ella me penetraba fijamente con la mirada.

Fueron minutos lamentablemente breves en los que pude contemplar la gracilidad de aquella bella mujer, pues después de haber abierto mi ventana pude ver brotar lágrimas de tan hermosos ojos, colocándose un manto blanco que cubrió su cabellera y rostro, para después marcharse llenando mi habitación de melancolía y a mi cuerpo dejándolo crispado.

Vuelvo a recostarme en la cama y trato de asimilar lo que acaba de ocurrirme, inhalo profundamente y me tallo los ojos con las manos por  la sensación de pesadez en ellos. ¿Cómo fue que estando en el tercer piso de la casa pude apreciar aquella silueta tan perfectamente? ¿por qué ha venido a verme si la noche estaba tan helada? ¿qué pudo haberle ocurrido para llorar? ¿por qué fui yo a quién ella acudió?

Eran tantas preguntas que resonaban en mi mente y no podía darle respuesta a ninguna. Esos ojos jamás podría confundirlos con ninguno, la delicadeza de su rostro y esa presencia fulminante solo podían recordarme a una persona...

—¡Jocker, el taxi viene camino a casa! baja para desayunar antes de irte a la escuela—Oigo a mi madre gritar desde la cocina, sacándome de mi sueño profundo.

Ya es tarde para ir a la escuela, me apresuro y me coloco el uniforme: playera blanca, pantalón gris de gabardina y mi sudadera gris clara. Me dirijo al espejo a lavarme y arreglarme el cabello, comienzo a jugarme mi cabellera castaña y practico un par de veces mi sonrisa frente al espejo.

Bajo dando brincos por las escaleras mientras ato mis agujetas de los zapatos. Corro a la cocina por mi licuado de chocolate y ya está despierto mi hermano Hugo desayunando waffles de durazno y miel. Tomo unas uvas verdes que mi madre ha dejado en en el frutero de la mesa y las como mientras cojo mi mochila.

El taxi aparca frente a la casa, me despido implantando un beso en la mejilla de mi madre y Hugo y yo entramos al taxi para llevarnos a la escuela.

Hugo es el hermano de en medio, es 2 años menor que yo, pero nos parecemos mucho físicamente, es bastante alto, su piel es igual de clara, con el cabello ligeramente quebrado por delante y de tono oscuro, además de ser mucho más carismático que yo, eso lo ayudaba a no tener problemas para conseguir alguna novia. 

En ese entonces surgió una ocasión en la que me pidió consejos para poderse declarar a una chica de nuestro instituto, su nombre era Ámber. Una chica muy especial para Hugo, eran grandes amigos desde la secundaria, así que se ganó el corazón de mi hermano cada día que transcurrían como compañeros. Me alegra que haya sido yo quien ayudó a que terminaran juntos.

Hoy llevan casi 2 años de casados, Hugo se graduó como ingeniero petrolero y desde entonces se ha dedicado profundamente a su trabajo para poder viajar con Ámber por todo el mundo como prometió cuando era joven. Siempre estuve orgulloso de él, fue de esas pocas personas que siempre estuvo cerca mío. 

Bell y yo nos dirigimos a mi camarote para desayunar los platillos que han organizado sus mayordomos. Nos han servido 2 copas de plata en donde puede reflejarse perfectamente la luz que atraviesa por la ventana del camarote, con un vino Finca Villacreces, cuya botella se ha quedado incrustada en un balde relleno de hielo y cubierta por un tul de color borgoña.  

Pero al sentarnos en la mesa  me dirige una mirada abstrusa y me  susurra—No existen coincidencias, caminamos cada día hacia lugares, situaciones y personas, que nos esperan desde siempre, el problema es que a veces no aferramos a la idea de que no podemos merecer algo—Al terminar estas palabras bebe un trago grande del vino que nos han servido en las copas de plata volviendo su mirada a la nada. 

BYLUR (Editando)Where stories live. Discover now