Capítulo 32: El Baile Real (Parte 2)

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Uno creería que lo más importante de un baile es el vestuario, pero  no hay idea más alejada que esa, puesto que, lo más importante de un baile siempre será ese momento en que tu mano y la de esa persona encajan perfectamente para comenzar un vals. 

El fin de semana después de desayunar, estuve de compras con Alex alrededor de la ciudad. Las entradas para el Baile Real describían que el tema sería "Los Reyes del Mundo" inspirado en todas esas historias de amor nacidas de un libro clásico.

Entramos a un establecimiento que al exterior aparentaba ser bastante pequeño el espacio, tenía un enorme anuncio con forma de esmoquin, el cual indicaba que se dedicaba exclusivamente a trajes y accesorios para caballero.

Al introducirnos, el lugar era mucho más grande, y cuyas paredes eran de un tono dorado con cristales, lo cual la hacía lucir aún más elegante, todos los muebles que se encontraban ahí tenían ese aspecto rústico de estar ambientado en la época renacentista.

—Buen día caballero, dama, ¿en qué los puedo ayudar?—Se acerca a saludarnos el dueño del establecimiento, un hombre de edad madura, bastante elegante, pero con una voz gruesa a pesar de su edad.

—¡Buenos días!—Respondemos Alex y yo al unísono.

Comienzo a explicarle brevemente nuestra idea del traje que planeo adquirir, mete la mano en el bolsillo de su pantalón de vestir y saca una cinta métrica, con la cual empieza a medir mis hombros, mi espalda y el largo de mis piernas. Una vez que ha tomado mis medidas nos hace una seña para que pasemos a una sala de espera, rodeada de espejos y vestidores.

—Caballero, ¿Cuál es el color que le gustaría portar esa noche?—Vuelve su mirada hacia mí, mientras se acomoda sus anteojos correctamente.

Por unos segundos volteo a ver a Alex, quien está observando los trajes a nuestro alrededor, probablemente tratando de imaginarme dentro de alguno.

—Definitivamente uno azul—Le respondo y puedo imaginar la radiante sonrisa que ella debió liberar al escuchar mi respuesta.

Él se marcha por un instante y al volver trae consigo varios ganchos envueltos en bolsas negras, me los entrega y me dirijo al probador, subiendo unas pequeñas escaleras frente a nosotros.

—Espérame aquí castaña—Le indico a Alex y ella se sienta en el sofá frente al vestidor.

Tardo unos minutos en colocarme el primer traje, no es muy cómodo, y lo siento bastante pesado por todos los detalles con los que va adornado, pero salgo para modelárselo a mi chica.

—¿Qué opinas?—Camino y bajo las escaleras, dando una pequeña vuelta al final que logra levantar la espalda del traje.

—Creo que está muy cargado, es muy bello, pero siento que no podrás estar tan cómodo con este ¿te ha gustado a ti?—Responde acertadamente a lo que yo ya había pensado.

—La verdad no, usando éste, me siento como el señor Wickham—Bromeo haciendo alusión a uno de sus libros preferidos y ella suelta una pequeña risa.

Las cosas entre nosotros se habían tornado así, bromear con el otro, hacerlo reír y mimarlo siempre que se podía. Agradecía que ella me hubiese tenido la suficiente confianza para contarme todo lo que ocultaba detrás de su noble personalidad.

Y me hacía feliz aún más el hecho de que ella decidiera buscar ayuda profesional, quería verla triunfar, que se superase, verla crecer siendo feliz, porque sentía que se lo merecía más que nadie.

Después de probarme y modelar varios trajes más, me coloco el último. Era liviano, un azul marino con detalles en oro y plata sobre el pecho, la camisa en un tono azul pastel que aparentaba ser blanca.

Ahora entiendo por qué a las chicas les parece romántico conocer a un príncipe, pues con tanta delicadeza y elegancia en su vestir, cualquiera quisiera tener el honor de presentarse ante uno.

Bajo las escaleras y camino hacia el espejo, observando detenidamente la expresión de Alex.

—¡Estás muy!—Exclama y después se pone de pie.

—Te ha gustado, ¿cierto?—Doy unas pequeñas vueltas y me acerco a ella lentamente.

—Me encanta cómo te queda, te ves muy, ¡muy tú!—Termina la frase colocando sus manos en mis mejillas.

Sentía la mirada de Alex recorrerme el cuerpo una y otra vez, ella no decía nada más, pero su mirada respondía cualquiera de las interrogantes que me plantease en ese momento.

—Nos llevaremos éste, por favor ¿sería tan amable de envolverlo?—Le indico al caballero y vuelvo al probador para después marcharnos.

Durante esa tarde, también habíamos comprado cosas extra para acompañar nuestro vestuario, un ramillete de mano, unas botas para mí, las zapatillas de Alex, una diadema de flores y su vestido, el cual nos había encantado a ambos.

El vestido era de un color azul oscuro, llegando a confundirse con un tono verde, era largo y esponjoso, con olanes formando varias capas y una cintura ajustada debido al corsé, la cadera decorada con detalles de plata. Era un atuendo estilizado, elegante y al mismo tiempo sensual.  

—¿Te molestaría si pasara por ti antes?—La observo mientras ambos vamos sentados en la parte trasera del taxi.

—Claro que no, aunque probablemente siga arreglándome a esa hora—Bromea lanzándome una tímida sonrisa.

—Pero, ¿por qué quieres pasar antes? el baile iniciará hasta las 8 de la noche—Me informa y me observa intrigada.

—Quiero estar contigo todo el tiempo que pueda—Le respondo y le dejo un suave beso en la frente.

Esa noche había alquilado un auto en buen estado y a un precio bastante accesible, que nos facilitase trasladarnos a cualquier lado, pues de otra forma tendríamos que viajar en taxi, con el riesgo de que todos estuviesen llenos al terminar el evento.

Pensar en aquella noche, todavía sigue provocándome pícaras sonrisas.

Cojo el traje y me lo coloco frente al espejo, para observar que cada detalle que lo compone quede en su lugar. Me paso las manos en el cabello, enrollando entre mis dedos algunos mechones para dejarlos rizados y cuando termino esparzo un poco de colonia en mi cuello y pecho.

Faltando 2 horas para nuestro baile, salgo de casa tomando la pequeña caja dorada que tenía en mi buró, llevando en ella un obsequio para Alex.

Cuando aparco frente a su casa me acomodo nuevamente el cabello y el cuello del traje frente al espejo retrovisor, guardo la pequeña caja dorada en el bolsillo del pantalón y salgo del auto, hacia la entrada de la casa para tocar el timbre.

Al cabo de unos minutos podía escucharse el sonido de unas zapatillas corriendo a mi encuentro, acompañadas de la risa peculiar de Abril, lo cual comprobaba que había pasado el resto de la tarde arreglando a su mejor amiga. 

Cuando se abre la puerta de la casa, me encuentro recargado en el capó del auto, asombrado de verla y sin poder emitir ningún sonido.

No creía que aquella mujer pudiera verse más preciosa de lo que ya era, pero estaba equivocado. No era una princesa, se había convertido en una reina a partir de esta noche.

Ahí estaba ella, dejándome sin aliento una vez más.

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BYLUR (Editando)Where stories live. Discover now