Capítulo 10: Capturando la bandera

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Aquel día ya no hice mucho más que vaguear y maquinar siniestros planes de venganza. Asistí a la clase de tiro con arco, pero fue algo así:

—Vamos a ver, novatos, si no me equivoco sois de primer año. En fila para tirar, por favor —pidió una chica de la cabaña de Apolo, que, al parecer, sustituía al verdadero profesor, Quirón. Me puse la primera tras coger el arco, que era de entrenamiento, bastante usado y con la cuerda algo suelta, y disparé. Atravesé el centro exacto de la diana, y la chica me dijo que me podía ir, que no tenía nada que enseñarme. Tardé diez segundos en graduarme.

Luego también asistí a las clases de canoa en el lago, pero las ninfas, aún enfadadas por todas las molestias que les había causado, me tiraron de la piragua un par de veces, así que di por terminada aquella clase yéndome a nado de allí, entre las risas del resto de campistas que estaban allí.

Comí con Leslie en la mesa de Artemisa, esta vez algo más digno de un plato griego todopoderoso: unas chuletas perfectamente cocinadas y algo de ensalada. Más aparente que un filete empanado, desde luego... Le conté la última jugarreta entre Alexander y yo, y se rió.

—Mira... Quirón os va a echar de una patada como se entere cuando vuelva. Me hace cierta gracia, pero os aviso de que os estáis pasando un poco... Vamos, que tirarte al lago o que tú le llenaras la cabaña de arena... Sois más brutos que un arado.

Después de comer, me di un paseíto por el bosque, explorando y haciendo tiempo. A las siete y media comenzaba una partida de un juego llamado "Capturar la bandera", y había oído que sería en el bosque, así que no me venía mal explorarlo. Me orientaba bastante bien en aquel sitio, a decir verdad, y llegué hasta una enorme roca que parecía un montón de excrementos. Lo usé como punto de referencia para ubicar los otros dos sitios remarcables de aquel bosque: el río y una cueva.

Me quedé un rato más explorando aquel bosque. Cuando la posición del sol en el cielo me indicó que ya iba a empezar la partida, decidí volver por donde el río, ya que era la vía más rápida. Caminé al lado de la ribera, con mucho cuidado para no mojarme, porque decidí que ya había tenido agua más que de sobra por aquel día. Estaba casi llegando al final cuando me encontré a alguien en la orilla.

La chica castaña de la cabaña de Hermes estaba sentada entre la hierba, inclinada hacia delante. Cuando sus dedos rozaban el agua, la congelaban. La chica tenía la cara oculta por el pelo pero, cuando unas gotitas de agua mojaron sus pantalones, pude ver que estaba llorando. Me acerqué a ella.

—Oye, ¿estás bien? —le pregunté, acuclillándome a su lado. La chica levantó la cabeza, y pude ver que no me había equivocado.

Tenía los ojos de un asombroso azul hielo, y era, en cierto modo, bastante parecida a mí. Hombre, acababa de encontrar a mi hermana gemela perdida. Qué alegría.

—Sí, estoy bien —suspiró ella. Era evidente que daba por zanjada la conversación con ese "estoy bien", pero a mí, chica solitaria curtida en mil y una marginaciones, no me ahuyentaba. Vio que seguía allí plantada, esperando más detalles, así que volvió a suspirar, esta vez molesta, y metió la mano entera en el agua. Se congeló todo el río, me atrevería a decir que hasta su nacimiento.

—Déjame adivinar, de pronto todo el mundo te tiene miedo porque eres una semidiosa rara.

Ella me miró como si estuviera loca, y luego se rió, sacudiendo la cabeza.

—¿Eres siempre tan loca y extraña? No lo hagas sonar como si fuera una carta de edición dorada de Mythomagic. Pero sí, es eso... —¿Mythomagic? Y la rara era yo. Pero me picó la curiosidad aquella chica. Quería saber de quién era hija.

La Cazadora (PJO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora