Capítulo 9: De luchas y peleas...

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Aunque balando que no quería y que aquello era la esclavitud del siglo veintiuno, Leslie me ayudó a adecentar mi cabaña. Guardé mi nueva y valiosa ropa en el armario, y me quedé un poco cortada cuando lo abrí: era tan grande que parecía casi ridículo usarlo sin tener mil modelitos para llenarlo. Yo estaba muy cómoda, cubierta de mugre con mi camiseta dada de sí y bañada en porquería, pero a la sátiro no le convenció lo de ir con el look recién-salida-de-la-guerra.

—Mira, eres la maravillosa y única hija de Artemisa —argumentó—, no te puedes permitir el lujo de ir con ese trapo negro que, encima, tiene sangre y de todo. ¿Qué clase de imagen te crees que vas dando, que pareces un soldado de la Segunda Guerra Mundial? Métete ahí detrás y no salgas hasta que no te hayas quitado eso, que da vergüenza ajena.

Tras tirarme una camiseta naranja a la cara me señaló un tabique de casi medio metro de ancho que había en medio de la cabaña, y luego se sentó en mi cama y sacó el aceite de los Stoll.

Me quité mi querida camiseta mugrienta, no sin antes cerciorarme de que estaban todas las cortinas echadas, y me puse la del Campamento Mestizo. No era un corpiño que me estrujase y me dejase morada y sin oxígeno, pero sí que era ajustada. Perfecto. "A ver si ahora sigue opinando que no estoy buena ese idiota", pensé con malicia y bastante mala leche. Cuando Enero Jefferson da guerra, ¡da mucha guerra! Las llamas de mi colgante volvieron a chisporrotear y crepitar, alimentadas con mis ganas de aplastar a Alexander. Con negras ideas de venganza en la mente, cogí los restos de mi ex camiseta del suelo y salí de detrás de la columna. Leslie ya casi había acabado de aplicarse el aceite en las pezuñas.

—¿Ya has acabado con eso? Mírate, ya es otra cosa... —baló, satisfecha consigo misma aunque era yo la que se había cambiado. Saltó de la cama y dio una vuelta a mi alrededor, asintiendo con aprobación—. Ese colgajo negro hacía que parecieras una vagabunda, para tu información. Si es que... Anda, deshagámonos de él con cuidado de no intoxicar a nadie y vamos fuera. Ya es hora de que te unas a las actividades del Campamento.


Leslie tiró mi camiseta en el primer cubo de basura que encontró. Eso de encontrar un cubo de basura tal cual en medio de un campamento para niños con poderes hizo que me diera la risa floja. Me empezó a doler la tripa de reírme, pero es que era volver a mirar al cubo y sentir cómo me sobrevenía una nueva oleada de carcajadas.

—¿De qué te ríes? —me preguntó Leslie, mirándome como si fuera un chicle que se le acababa de pegar a su tacón de aguja.

—Es que ese cubo... ¿Qué hace eso ahí, en serio? Vamos a ver, un campamento épico para semidioses y hay un cubo de basura con tapa negro... —intenté explicarle, ahogándome de la risa.

Leslie arqueó las cejas, probablemente preguntándose si en realidad era tan boba como parecía, y luego sacudió la cabeza, seguramente decidiendo que sí que lo era.

 —Mira que llegas a ser pava... Empiezo a pensar que eres un caso perdido. En fin, ven. Si no me equivoco, ahora toca clase de Espada y Escudo, con Clarisse LaRue, así que será mejor que te vayas preparando para que te pateen el culo. Que sí, son clases, pero Clarisse no tiene piedad ni con los novatos.

El nombre de aquella chica me sonaba, y me costó un par de instantes recordar que era la líder de la cabaña de Ares. Viendo a la cantidad de niños violentos y canis que había en la mesa de Ares, supuse que no sería por nada, así que no sabía si me moría de ganas de verla en acción o de salir corriendo en dirección contraria todo lo rápido que pudiera.

—¿Podemos ir ya, por favor? —decidí que no me iba a rajar en el primer momento.

Leslie, sorprendida, asintió, y me llevó hasta un claro cerca del lago, en el que había cerca de cuarenta chicos de pie, formando un círculo. Me acerqué, haciéndome un hueco a base de codazos entre un chico afroamericano bajito y regordete y una chica rubia con los ojos violáceos. Una parte de mi mente comenzó a divagar (para variar), y me pregunté si llevaría lentillas. El resto de mi cerebro registró la escena que se desarrollaba ante mí y fue lo suficientemente inteligente como para prestar un poco de atención.

La Cazadora (PJO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora