Primera Amenaza

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—Creo que puedo escuchar a Peter burlarse de nosotros al otro lado de la ciudad...

    El silencio ciertamente era abrumador, llenando toda la sala como si fuera un inmenso elefante que no quería salir. Derek sentía como las gotas de sudor resbalaban por su cuello, esperando a que alguien fuera lo suficientemente valiente como para romper la tensión y el mutismo absoluto; sólo que no esperaba que Laura fuera la primera en dar el paso.

    Oh sí; instinto de Alfa. La iniciativa por delante.

    Se supone que Derek era el encargado de hablar; puesto que Deaton le había interrogado a él directamente. Pero mágicamente, las palabras no le salían.

—Señor Hale. Cuando quiera. —e incluso Deaton le daba un pequeño empujón disfrazado de ironía.

—En la adolescencia, supongo... ¿Qué tiene que ver esto con que haya sangre? —hasta él mismo sabía que esa era una pregunta sumamente estúpida.

—Pues... —respondió Deaton, con su calma profesional de doctor— Todo. Es imperativo entender el problema comenzando por sus raíces; ¿y qué mejor para eso que descubrir el momento de la formación del nombre?

    Jodida suerte. Eso era demasiado lógico.

—Hay muchas cosas que no recuerdo —comenzó Derek, tratando de evitar la mirada de todos. Se concentró en la mesa de operaciones hecha de metal, y aún así, no pudo evitar enfocar su vista en las manos de Stiles— Pero... Recuerdo que la primera letra apareció antes o el mismo día del incendio... yo quería... enseñárselo a mamá.

    Laura no sabía acerca de ello. Y no fue sorpresa que haya reaccionado con una mueca estupefacta. Sabía que no era momento de interrogar aún más a Derek; pero el pobre bastardo no se salvaría cuando llegaran al loft.

—Ya veo —Derek seguía sin levantar la mirada de la mesa de operaciones. Así fue como notó la tensión en las manos de Stiles, que se apretaban al metal. Deaton, por otro lado, siguió haciendo su ronda de preguntas— ¿Cuál fue la primera letra?

—La «M».

    Eso quería decir que su nombre tenía al menos seis años de antigüedad en su piel.

— ¿Hace cuánto tiempo terminó de formarse la última letra? 

    Stiles y Scott estaban extrañamente callados. Era como si de repente hubieran encontrado el botón que los silenciaba y lo hubieran apretado con fuerza. Pero ese silencio inquietó a Derek. Él quería escuchar la voz de Stiles; cualquier palabra. 

—Cerca de un año mientras estaba en New York con Laura... —Derek finalmente levantó la vista y observó a las otras personas dentro de la habitación. Era abrumador el pequeño espacio; casi podía sentir como las paredes se cerraban más y más— ¿Algo más?

—Por ahora no. Gracias. —el tono cordial del doctor le dio un escalofríos a Derek; ese hombre era el mismo tipo misterioso que hablaba con Talía. Y eso repentino pensamiento sacudió un poco a Derek.

    Tal vez tenía que seguir practicando más para recuperar sus recuerdos. 

    Mientras tanto, el doctor los dejó un momento para ir a buscar un libro —según habían entendido los jóvenes—; y el silencio se hizo realmente incómodo.

—Te lo dije. —susurró Laura. Inmediatamente, todas las miradas se fueron hacia ella. Derek se tensó ante su tono burlón.

— ¿Qué le dijiste? —preguntó Stiles. Su voz causó una avalancha de emociones en el cuerpo del lobo de ojos verdes. Fue como un cosquilleo incesante que le recorrió desde la punta de los dedos de sus manos, y que se fue expandiendo por todo el cuerpo; como si el calor se expandiera uniformemente con ayuda de la circulación de su sangre.

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