— ¿Qué demonios...? — frunce el ceño — ¿Por qué me quitas mi pastel?

— Odio comer la puntita del pastel. Es mejor así.

Gaby quita mi plato y me da otro limpio. Le agradezco en silencio y escuchamos que Gil exhala. Coloca su puño sobre la mesa y la bandeja a un lado de su cadera. Ellas tampoco han dejado de ver a la pareja detrás de nosotros.

— Pensé que Ethan se quedaría contigo, Hope. Pero ya ves, le gustan las satánicas.

Brook aplaude de acuerdo con lo que ha dicho Gil y luego me mira.

— Te has ganado todos mis puntos desde el momento en el que viste al chico ojos de serpiente como si fuese el animal más hermoso de esta vida. Y esto es demasiado para nosotros.

Mi boca cae, impresionada. No sé si ha sido el sobrenombre con el que ha bautizado a su mejor amigo o la manera tan libre en la que ha hablado de mis sentimientos. Siquiera yo he admitido en voz alta que estoy sumisa ante su encantado y ella me ha expuesto en un dos por tres. Esto es vergonzoso, más que vergonzoso.

— No intentes negarlo — Patrick traga otro trozo de pastel —. Lo supimos desde el primer día.

Gaby y Gil asienten a un lado.

Quiero hundirme en el asiento. Yo no he sido capaz de aceptarlo en voz alta porque me da miedo. Creo que, si digo que estoy enamorada de él y la forma en la que me mira, entonces será definitivo... y dolerá más, mucho más. Me aterra marcar mis sentimientos con las vibraciones de mi voz y que mi corazón tiemble como diciéndome que es verdad. Me da pánico. Por eso he pensado que todo será mejor cuando él desaparezca de mi vida. Ambos estaríamos mejor así: Ethan sin mentiras y yo sin ese dolor que me surca.

Victoria come un trozo de chocolate como si no hubiera mañana y él sonríe. Me da envidia. Quisiera que me sonriera de esa manera, solo a mí y no a ella. Le habla tan entusiasmado, sin importarle que lo ignore, y ella simplemente se atraganta con el chocolate. Así no debería ser. Ella debería verlo a los ojos, ponerle atención a cada expresión y sonreír.

— Se lo ha preguntado. — asegura Brook.

— ¿Cómo lo sabes?

— Mira su rostro.

Ella levanta la cabeza y asiente. Luego él me mira y... y entiendo que Brook tiene razón.

Me adentro en lo más profundo de mis sentimientos y me digo que todo está bien. Miro la posición de pastel, como si nada ha pasado, y comienzo a desquitar mi enojo con la cuchara hasta hacerlo una bola de masa oscura, café y pegajosa. Pierdo la noción del tiempo y por alguna razón me siento como una cría de ocho años que no sabe qué hacer o cómo sentirse porque alguien más le ha dado un dulce al chico que me gusta.

— El pastel no tiene culpa.

— Déjala, Pat.

— No es nada. Solo me gusta comer pastel desbaratado.

— Ya.

Siento un olor que no es mío y me provoca unas nauseas asquerosas desde lo más profundo de mi estómago. Agrio. Fuerte. Cercano. Como a chiquero. Patrick y a Brooklyn cubren sus narices. Salto del susto y cubro mi nariz porque Victoria, a un lado, me está observando con una intensidad aterradora. 

— ¿Has perdido el olfato, hermano? — pregunta el rubio.

— ¡No seas idiota, hombre!

— Es el olor a la vida, Patrick. Tienes que aprender eso. La vida apesta, al igual que yo. — asegura Victoria.

MENDAXWhere stories live. Discover now