Epílogo.

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LOS PERSONAJES DE INUYASHA SON PROPIEDAD DE RUMIKO TAKAHASI. LA HISTORIA ES MÍA.

¡Hola!

Tanto tiempo, ¿eh?

La verdad es que no estaba del todo convencida de escribir un epílogo para esta historia que me demoró mucho en terminar, pero, bueno, se los debo a varias de ustedes por ayudarme cuando se los pedí. Gracias.

En esta ocasión saldremos de mi zona de confort y veremos lo siguiente desde el punto de vista de Bankotsu.

Advertencia: lenguaje vulgar.

Sin más, aquí vamos.

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Este es escrito es especialmente dedicado para Alessandra Mar (para no perder la costumbre) Espero la hayas pasado bien en tu cumple.

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EPÍLOGO

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«Acéptalo, Bankotsu. Tu hija pagó las consecuencias de la inmadurez de sus padres. Kagome hizo lo que pudo, pero tú ni siquiera seguiste buscando».

Las palabras de mi madre remordían día tras día eso que llamaba conciencia. Para ser honesto, anteriormente había pasado sobre ésta con relativa facilidad si eso me llevaba a un bien mayor. Nunca tuve problema con ello. Al contrario. Ser un miserable cabrón podía llenarme de orgullo si no me convertía en un perdedor al que se le escapaba de las manos aquello que realmente importaba.

Pero ahora era diferente.

Ahora tenía una hija.

Y a Kagome. Esa gran mujer que se recompuso tras el desastre en el que convertí su vida y me dejó volver a ella.

Quería ser una mejor persona.

Veo a Koemi dormir y sigue revolviéndome sentimientos encontrados. Es enorme, cada día parece crecer un poco más y me llena de orgullo. También es fuerte y tiene esa gran vitalidad heredada un poco de ambos, pero sigo viéndola frágil.

Y vuelvo a aborrecerme al saber todo lo que me necesitó y no estuve. Kagome lo había hecho mejor que bien. La había enseñado a montar en bicicleta, a nadar, incluso la inscribió en un curso de taekwondo. Koemi crecía presurosa y se encaminaba a ser totalmente independiente, lo que no me molestaba, pero seguía dejándome ese vacío.

Estaba amaneciendo y cubrí su cuerpo luego de unos instantes en que me detuve frente a su cama para asegurarme de que dormía bien. Ella echó sus pies otra vez sobre la manta y me fue imposible no sonreír. Koemi heredó el mal dormir de Kagome. Volví a cubrirla y esta vez me aseguré de que permaneciera así.

Pasaban de las ocho cuando Midoriko cruzó la puerta de entrada de la casa de Kagome, de donde esta última se había negado a marcharse insistiendo que era mejor que Koemi se adaptara a mí, si era yo el que entraba a su vida, y no ella en la mía.

—¿Demasiado temprano?

—No. Creo que Kagome no tardará en bajar gritando porque se le ha hecho tarde— sonreí cuando llegó a mi lado y me dio un abrazo y un beso que me obligué a aceptar.

—¿Qué preparas? Huele delicioso.

—Solo un par de emparedados. Seguro les dará hambre mientras esperan su vuelo— dije viéndola. Midoriko a pesar de estar por encima de sus cincuenta, lucía bien. Conservaba la belleza por la que mi padre se volvió loco, y su jovialidad.

Razones Equivocadas (Disponible en Amazon como original)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora