al final del día II (1)

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Como el capítulo quedó muy largo lo voy a subir en dos partes :(

-Capítulo dedicado a Makita Baez y Daii Sevani por sus cumpleaños-

Los cuerpos de dos chicas se apretaron uno contra otro, en medio de ese gran abrazo que compartían.

—Dios, cuánto te extrañé, Kag— susurró Sango al deshacer el abrazo. Sus maletas estaban tiradas un par de metros más atrás, donde las soltó al ver a Kagome entrando a esa zona del aeropuerto.

La azabache sonrió.

—Y yo a ti. Ha pasado tiempo, ¿no?— comentó Kagome que todavía tenía rastros en su rostro pálido de las pocas horas de sueño.

—¡Claro que sí! A pesar de que parece que vienes en pijama, luces espectacular— se burló la castaña al verla en un conjunto deportivo gris y holgado.

—Ah, no te burles.

—Sabes que nunca lo haría— aseguró Sango.

—¡Tía Sango!— una pequeña voz femenina hizo que Sango girara buscando de dónde venía. Sango soltó un pequeño grito de alegría cuando la niña de cinco años saltó sobre ella y se abrazó de brazos y piernas a su cuerpo —¡Te extrañé mucho!

Kagome sonrió viendo a Kaede llegar tras Koemi, luego de acompañarla al baño.

—Pues no parece que me extrañaras, ¿eh? ¿Cuántas veces me hablaste?— reprochó al bajarla.

La niña se mordió el labio y se avergonzó.

—Bueno… todavía no sé leer y… y mamá olvida guardar tu número en el teléfono de la casa— se excusó. Sango ahora miró con reproche la mayor.

Kagome suspiró y negó en silencio.

—No queremos que te hable en un momento inapropiado— dijo con seriedad, cruzando sus brazos bajo sus más nutridos pechos.

Sango rodó los ojos—Sigues de paranoica.

—No habría llegado segura hasta aquí de no haberlo hecho— la azabache le recordó.

Sango se inclinó a ver a Koemi —¿No te fastidia un poco que tu mamá sea tan amargada?

—Sí, un poco— confesó la niña que como Sango, también veía a su madre de reojo —. ¿Sabes por qué?

La castaña casi estalla en una carcajada. Porque necesitaba sexo, pensó, pero no se lo diría.

—Hey, ustedes dos, vámonos. Hay un tráfico impresionante aun siendo tan temprano— apresuró Kagome.

—¡Hey, mamá!— Koemi corrió a alcanzar a Kagome que volvía por una de las maletas de Sango, mientras ésta saludaba de un fuerte abrazo a Kaede — Quiero unos dulces.

—En casa tenemos adecuados— le recordó.

—Pero yo quiero de los de aquí. Los de la casa no saben tan bien.

—Las golosinas del aeropuerto no siempre son las mejores, Koemi— le recordó.

—¡Oh, pero lo son!— aseguró la niña que como ella vestía un conjunto deportivo, sólo que éste era negro, y lo acompañaba con una diadema de orejitas de gato — El abuelo Enzo me llevó a una tienda de aquí cerca, aquella vez que Kaede y yo nos fuimos una semana con él, ¿recuerdas?

Kagome se detuvo a verla y ella se avergonzó. Una de las miles de reglas que ella le dio a su papá era justamente no darle golosinas; su hija no tenía muy buena tolerancia al azúcar y la volvía más hiperactiva.

Razones Equivocadas (Disponible en Amazon como original)Место, где живут истории. Откройте их для себя