caricias y alcohol

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-¡Dios soy una... !- se lamentó la pelinegra estando sentada frente a su escritorio, ya no sabía ni cómo definirse, ¡lo había tocado!¡Por Dios!... ¿cómo es que él lograba hacerla responder con tanta facilidad?

Ocultó su rostro entre sus manos -ahora ese chico creerá que soy alguna amante de Bankotsu- se dijo en voz baja al recordar la vergüenza que pasó cuando el alto y delgado amigo del moreno entró a su habitación, y los encontró en una situación muy bochornosa... ambos se acomodaban sus prendas y lo peor es que ni siquiera le pudo decir de su pequeña mentira.

-¿Por qué me pasan esta clase de cosas?- su rostro volvió a arder al recordarlo, desde que se le ocurrió involucrarse con Bankotsu ya nada era tranquilo, él se había metido en su vida prácticamente a fuerza y la estaba convirtiendo en una pervertida.

Se levantó decidida -esto no puede seguir así- se aseguró -...¡esto no era el trato! ¿o sí?- dudó y volvió a sentarse -¡ah! no digas tonterías Kagome, por supuesto que no- se debatía. Realmente se desconocía y no por lo que hacía, sino... por lo que le dejaba hacerle.

Observó la hora en su despertador y trató de ignorar el recuerdo que la seguía avergonzando de cómo fue que salió como una vulgar ladrona del cuarto del chico, al escapar por la misma ventana por donde entraron ¿qué excusa le daría Bankotsu a Jakotsu?

-Vaya forma de conocer a alguien- se recriminó y buscó con cierta prisa un nuevo cambio de ropa, ya no había asistido a la conferencia, pero alcanzaría a ducharse para el último bloque de sus clases.

O.O.O.O.O.O.O.O.O.O.O.O.O

Bankotsu sonrió una vez más a la fotografía en su celular. Observó esa imagen grabada de la primera vez que Kagome estuvo ahí, en su departamento. Poco a poco lograba hacerla responder... el imbécil de Jakotsu los había interrumpido horas antes, su sonrisa se desvaneció ligeramente al recordar esa sensación de pertenencia que sintió al momento de llegar al clímax junto a Kagome.

-Bankotsu... ¿me estás escuchando?- la gruesa voz varonil lo sacó de sus pensamientos.

-¿Qué?- cuestionó secamente al alzar sus ojos azules al sujeto que estaba de pie frente a él. Subió uno de sus pies a la mesa de centro y se acomodó mejor en el largo sillón en el cual permanecía sentado.

El alto hombre rodó los ojos -es necesario que te tomes las cosas más en serio, es tu obligación y estás descuidando mucho los asuntos de la empresa- aconsejó el alto sujeto de rojizos ojos resguardados tras unas gafas, y largo cabello castaño recogido en una coleta alta.

-¡Bah! para eso pago- le restó importancia al momento de volver a prestar atención a su móvil -...encárgate de eso, tú y Totosai son los que tienen el control de la empresa, yo no puedo tomar ninguna decisión trascendental.- añadió molesto.

Naraku negó y se dirigió a su maletín de fina piel; lo abrió y buscó un par de carpetas.

-Léela, firma y conserva una copia. Es el contrato con el nuevo capitalista- entregó dos carpetas idénticas.

Bankotsu suspiró cansadamente, hojeó los papeles y localizó de forma rápida el lugar a firmar, en días como ese detestaba ese tipo de obligaciones.

-¿No vas a leerlo?- preguntó molesto el representante de la empresa.

-No, después revisaré la copia.

-Eso es algo que jamás se debe hacer.

-Esto viene firmado por Totosai, y ese anciano puede ser la persona más honesta que conozco.- aseguró al levantarse y entregarle la carpeta firmada.

Naraku se encogió de hombros.

-¿Resolviste lo que te pedí?

-Si. De hecho este socio es el que nos ayudará- comentó y Bankotsu alzó una ceja -...en un par de semanas lanzaremos la siguiente línea lujo, en vehículos deportivos...

Razones Equivocadas (Disponible en Amazon como original)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora