cambios y dolorosos retornos

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Sonrió de manera torcida y soltó el mechón del largo cabello de la dormida pelinegra.

-Vamos a ver cómo reaccionas a esto, Inuyasha-. Mencionó divertido mientras se retiraba directo a la primera planta.

Bajó las escaleras también agotado pero el hambre comenzaba a incomodarlo, llegó a la cocina y abrió el refrigerador buscando algo fácil para preparar. Negó en silencio mientras sacaba varios quesos, jamón y una lechuga, después de la alacena sacó el pan y mayonesa, también un par de platos. Era la primera vez que preparaba alimento para alguna de sus amantes.

Volvió a negar... algo le decía que debía acostumbrarse a eso con Kagome.

Una vez que tuvo los dos emparedados listos y uno de ellos, empaquetado en un delgado plástico, volteó hasta el gran ventanal de su sala... la noche estaba cayendo. Se encogió de hombros y dio una mordida a su emparedado mientras colocaba el otro en una charola, sacó un par de bebidas y las colocó sobre la misma para proseguir a dirigirse a la habitación principal. Comenzaba a subir cuando un débil sonido lo hizo fruncir el ceño y detener su marcha. No tardó en ubicar el lugar exacto de donde procedía tan constante sonido.

Después de dejar la charola en uno de los burós, se dirigió hasta la puerta principal, donde junto a su chamarra, también se encontraba tirada el pequeño bolso de la pelinegra.

-Diga-. Respondió luego de sacar el móvil y ver de quién se trataba.

-¿Kagome?- Cuestionó la mujer del otro lado.

-Ella está algo... indispuesta-. Respondió y sonrió con malicia al recordar lo ocurrido momentos antes.

-¿Ba-Bankotsu?

-Sí. Y Kagome por el momento no te puede contestar-. Afirmó e informó casi molesto.

-Pe-pero... ¿q-qué hace contigo?¿ustedes dos...?- Preguntó desconcertada la joven pelicorta.

-Kagome y yo tenemos algo...

-¿Algo?- lo interrumpió -¿desde cuándo? ¿desde la playa, por eso ustedes dos volvieron juntos?

-Eso no es de tu incumbencia-. Mencionó haciendo a la chica molestarse -Kagome es mía, así que deja de conseguirle citas.

-Ah... eso...- Mencionó y sonrió ahora nerviosa la joven, ya entendía un poco el mal genio del ojiazul, ¿por qué Kagome no les diría nada?... ¡vaya!, así que su ex tonta amiga estaba en aprietos.

-Sí, eso-.Recalcó- Así que estás enterada, y no lo vuelvas a hacer-. Mencionó secamente, su puño todavía estaba resentido por el fuerte golpe que le dio al tipo con el que Kagome salía, pero había dejado de darle importancia aunque no por ello su molestia desapareciese.

-¡Ey, no me vayas a colgar!- Advirtió la joven deteniendo al ojiazul que pretendía hacerlo. El otro escuchó desinteresado -Ustedes tendrían sus razones para ocultar lo que sea que tienen, pero, ¿cuándo la traerás de regreso?

-No lo sé, tal vez duerma conmigo, Kagome ya no es una niña-. Respondió y colgó fastidiado. Si algo iba a cambiar, iba a ser eso, su relación ya no sería del todo un secreto.

Presionó una tecla y el celular quedó carente de sonido. Lo llevó con él, lo colocó junto al par de emparedados y subió al segundo piso. Kagome seguía dormida y optó por encender el plasma suspendido en la pared, frente a su amplia cama y ver algo de televisión mientras comía.

La notó agotada al verla de reojo, ni siquiera el débil sonido de un canal de noticias que veía, lograba incomodarla, o el suave movimiento de la cama cuando finalmente se levantó. Se dirigió al baño a un par de metros de esa cama, necesitaba una ducha, solo esperaba encontrarla todavía durmiendo cuando saliese, y no que otra vez se diese a la fuga, como ya lo había hecho antes.

Razones Equivocadas (Disponible en Amazon como original)Where stories live. Discover now