XIV.

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Observé a Rick quien tenía una sonrisa de oreja a oreja mientras que en sus manos sostenía una botella de vino, que era exactamente la botella de vino que le había enseñado en el minimarket, y al lado contrario tenía un paquete de fideos con (supuse) unas salsas.

- Eso no se pregunta, sheriff.

Me levanté del sillón en el que estaba y caminé hasta la puerta para tirar esta bien atrás y dejar pasar al apuesto sheriff. Su sonrisa se mantenía en sus labios y este al pasar de inmediato casi corrió a la cocina para dejar las cosas donde correspondía, no pude evitar soltar una risa al ver su cara de afligido por el montón de cosas que traía casi cayéndose de sus manos.

Cerré la puerta detrás de mi y caminé con lentitud hasta la cocina.

- ¿Me permites?

Dijo el apuntando la cocina en general. ¿Acaso me pedía permiso para poder ocupar la cocina? Vaya, si que tiene modales. Me gusta.

- Obviamente.

Hice una seña con mis manos y el sacó lo necesario para poder preparar (o eso creo) los fideos. El silencio no era incomodo, hasta que me acerqué mucho más a él y tomé la botella de vino para proceder a servir en dos copas. Apenas al abrir este le di un corto trago desde la botella, a lo que él en el momento me quitó la botella e hizo el mismo gesto.

Yo solo me largué a reír y negué con mi cabeza. El vino se aprecia mejor cuando le das un taco corto al apenas abrirlo.

- Ya conoces el truco eh. Me sorprendes.

Dijo él entregándome la botella para por fin servirlo en las copas. Le estreché una de estas y cuando este accedió yo me senté en un mesón de la cocina observando como concentrado intentaba cortar los champiñones en cuadros pequeños.

- ¿Me quieres decir a que se debe todo esto?

Hablé alzando una de mis cejas y tomando un sorbo de mi vino.

- Hay dos razones.

No quitaba su mirada de la bandeja en donde cortaba unos champiñones.

- La primera es que, tienes que disculparme por lo que hice en la mañana. Y la segunda, hoy en el minimarket no me contaste la historia de tus padres en profundidad y me dio curiosidad saberla. Aun que acepto que no la quieras contar, obviamente, pero...

No dejé de que Rick terminara de hablar. Y es que parecía loro de lo tan rápido que las palabras fluían por su boca.

- Bastaba con decirme que solamente querías charlar.

Él dejó el cuchillo a un lado y se dio media vuelta para observarme, su ceño estaba fruncido. Parenlo, que cuando hace eso mi estomago se revuelve por los nervios.

- Claro que no, es que no es cualquier charla.

Volvió su mirada a los champiñones, dio unos últimos cortes y llevó todos los trozos hasta una olla la cuál ya estaba puesta con aceite. Se acercó peligrosamente a mi acorralándome en donde estaba, y hasta ya comenzaba a sentir su respiración chocar con la mía.

- Es sobre tú vida, y es importante.

Habló con su voz grave casi susurrando en mi oído mientras abría uno de los muebles que estaban a un lado de mi cabeza y de allí sacaba unos condimentos. Sonrió antes de alejarse de mi y siguió con lo que hacía.

Solté un suspiro y bajé mi mirada observando mis piernas las cuales movía lentamente. Sentía nervios, más aún por lo que acababa de hacer. ¿Por qué, grimes? ¿Por qué te gusta ponerme nerviosa?

- ¿Es un intento de coqueteo o ya te pegó el vino?

Hablé sin pensar. Mierda. Él se dio media vuelta una vez más y alzó una de sus cejas mientras nuevamente esa sonrisa me cegaba.

- No lo sé, tú dime.

¿Que estaba pasando? ¿Ahora estaba conociendo la parte maliciosa de Rick?

- Pues yo digo que ya te pegó el vino.

Dije seria imitando como siempre solía ponerse. Él negó con su cabeza y soltó una risa que me contagió. Tomé el ultimo sorbo de mi vino y dejé la copa a un lado para ahora ponerme a su altura, la cual era solo un poquito más baja que él.

Nuevamente comenzó a cortar algunas verduras que tenían en cosecha en Alexandria pero ahora estaba mucho más afligido que antes.

- A ver hombre, te ayudo, tú has los fideos.

Le di un suave golpe con mi cadera y este medio saltó para proceder a hacer los tan preciados fideos. Como si fuera una chef, corté rápidamente todas las verduras en unos cuadritos pequeños, a lo que él revolvía la olla con los fideos dentro.

- Hasta donde sé, tus padres tenían un restaurante ¿verdad?

Y empezó el interrogatorio señoras y señores.

- Sí, frente a mi ex departamento. Siempre hacía mi trabajo e iba a comer allá, estaba también mi mejor amiga que... me abandonó al mismo tiempo que carol. Nunca supe más de ella.

Este dejó la cuchara a un lado y ahora fue él quien se apoyó en una de las mesas y me observó mientras tomaba de su copa de vino.

- y tus padres... ¿que pasó con ellos?

Evitó rotundamente el tema de Carol, o ya se sabía el cuento o realmente no le importaba quién me acompañó y solo quiere saber más de mis padres.

- Cuando todo comenzó, fui al restaurante y vi a mi Madre en la cocina convertida en una de esas cosas.

Mi garganta se apretaba.

- ... y mi padre, supuestamente él ya estaba por ir donde estábamos. Pero nunca llegó... o quizá no esperé lo suficiente.

Aclaré mi garganta y tallé mis ojos con mi ante brazo ya que mi mano la tenía ocupada.

- Pero como te dije hace unas horas, son cosas que...

Ahora el me interrumpió y se acercó a mi posando una de sus manos en mi espalda, acarició esta de manera lenta y suave. Intentaba tranquilizarme.

- Son cosas que pasan y lo sé. Pero alguien por ahí me dijo que no es bueno guardarse las penas, y es por eso que estoy aquí, escuchándote para que así te desahogues y lo de tus padres no te atormente.

Cada palabra que salía de la boca de rick hacía que me fuera del planeta tierra. Sentía que flotaba en el espacio y era solo él y yo sin nada ni nadie que nos interrumpiera.

Dejé el cuchillo que estaba ocupando y limpié mis manos con un papel. No dudé obviamente en darme media vuelta y abrazar a rick con fuerza, mis lagrimas no tardaron en salir y un suave sollozo se escapaba cada tantos segundos. Él no dijo nada, solo me abrazó con fuerza y acarició mi espalda con ternura mientras que yo me aferraba cada vez más a el, al punto de sentir los latidos de su corazón, pues mi cabeza estaba en su pecho.

Levanté mi rostro para así poder mirarlo de frente y acto seguido él limpió el poco de lagrimas que caían por mis mejillas con sus dedos pulgares. Sonreí sin mostrar mi dentadura y ahora este habló.

- Se siente genial ¿No?

Ladeé mi rostro y seguí observando sus ojos sin comprender a lo que se refería.

- Tener a alguien quien te escuche y te ponga el pecho cada que lo necesites.

La última horda. | Rick Grimes & Tú.Where stories live. Discover now