Descendientes de las olas [Stony AU]

X. Gail Rogers.

Steve se tambaleó un poco con la impresión de la noticia. No quería un hijo, no ahora, no con ella. Necesitaba alguien estable, que le mirara solo a él, que tuviera la madurez mental como para aceptar una verdadera relación que estuviese destinada al matrimonio. Quería tener su hijo dentro del matrimonio.

En los últimos meses su amor por Gail se había extinto de una forma bastante brusca y él no se ingreso en saber la razón porque estaba bastante aliviado de que fuera así, ella no era la mujer para él y lo supo en cuanto le vio coquetear con Anthony sin importarle lo cercano que era él al moreno.

Miró incrédulo a Gail, la última vez que estuvo con ella fue luego de la fiesta del cumpleaños número cien del señor Turner, los hombres le habían hecho beber cuanto trago encontraran con la excusa de que nunca le habían visto ebrio, y bien borracho que le vieron. Estaba riéndose de la nada, charlando con algunos clientes habituales de la cantina y Anthony entró al lugar, comenzó a burlarse de él.

«Alcalde, pero que mala resistencia al alcohol tiene. Ya conozco su debilidad», recuerda a Anthony decirle entre risas. Él también se rio porque parece que era demasiado risueño cuando se pasaba de tragos, entonces una extranjera que se había mudado a Timely hace unos años de nombre Giulietta se le acercó a su amigo y lo alejó de allí.

No supo por qué, pero le molestó. Estaba feliz con la presencia de Anthony y esa mujer se lo llevó a quién sabe dónde; aunque siendo sincero conocía bien lo coqueto que podía llegar a ser Tony así que ya tenía una idea de hacia donde se encaminó con aquella mujer. Bebió dos vasos más aunque su estado de ebriedad le decía a gritos que parara, se cayó de la silla y Gail lo levantó. Para cuando abrió los ojos, despertó en su cama desnudo con la señorita Richards a su lado en las mismas condiciones.

No hablaron de eso porque no era necesario, nunca hablaban luego del sexo así que estaba bien. No había que aclarar nada.

Gail siguió su camino, Steve el suyo; cada quien ocupado en sus propios trabajos. Anthony comenzó a andar más con la mujer de aquella vez, su apellido era Nefaria y al igual que Anthony, era europea, de Italia específicamente. Entonces supo que era la chica para él, quiso alegrarse pero no pudo y todo lo contrario, se alegró involuntariamente cuando el herrero le aclaró la situación.

—¿Es la señorita Nefaria tu enamorada? —Le preguntó esa vez a Anthony, acostados uno al lado del otro como solían dormir de vez en cuando aunque Tony ya tenía su propio aposento y no era necesario—
—¿Dices... Whitney? —Steve le miró confundido, pues estaba seguro que no fue así que ella se presentó— Ella dice que odiaba a su padre, así que no quiere nada que tiene que ver con él, por eso se ha cambiado el nombre a Whitney y ahora usa su apellido materno: Frost. Y no, Stevie, no es mi enamorada.

—Todo el mundo cree que sí, tus amigos los cazadores borrachines solo pasan diciendo lo bien que se ven juntos y Natalia ya tiene planeada tu boda. Parece que tienes mucho que aclarar.

Anthony rio y volteó, para cambiar su posición de estar acostado sobre su espalda a estar de lado, mirando al hombre a su lado, el rubio al sentir la mirada sobre él también le miró pero sin cambiar su posición sobre la cama, solo ladeando su cabeza.

—En realidad Steve, hay algo que no te he dicho. Vine por alguien de quién me enamoré a primera vista hace muchos años y supe que vivía en este pueblo, no tengo otra intención más que estar con esa persona aunque solo sea como su amigo mientras esa persona nunca se aleje de mí. —Explicó con una sonrisa tonta en sus labios. A Steve le pareció que estaba realmente enamorado por el brillo en sus ojos, aquella mujer lo debía tener vuelto loco—

—Deberías intentar decirle a esa persona, nunca te rechazarían. Las mujeres mueren por ti.

—No tengo razones por las cuales forzar nuestra relación, me gusta bastante como somos ahora. Me gusta lo feliz que soy a su lado aunque no sea de la manera en la que soñé, mientras esté así conmigo, tengo suficiente.