Descendientes de las olas [Stony AU]

IV: Ayelén y el teseracto

[Recuerden que esto es un universo básicamente inventado con pedazos de otros universos, por lo que tanto los personajes como los materiales encontrados en los cómics y las películas de Marvel tienen otra finalidad aquí. También que hay personajes originales que he creado para el desarrollo de la trama y que los personajes de Marvel pueden salir un poco Out of Character pero se los juro, es necesario (y no será por mucho tiempo). Otra cosa es que tal vez encuentren a Tony demasiado infantil para su edad y es que como nuestras sirenas y nuestros tritones viven por 300 años, alguien de hasta 50 es considerado bastante joven y suelen comportarse como niños hasta los 20, además, vamos, Tony es terriblemente inmaduro. Ahora sí, disfruten el capítulo]

IV. Ayelén y el teseracto
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Los hombres de tierra tienen unas piernas en vez de aletas, las piernas son unas extremidades largas y son dos, se parecen mucho a nuestros brazos y les permite caminar erguidos sobre la tierra. Se los juro, una vez las vi y fueron las cosas más hermosas que haya visto en mi vida. Además, los humanos no son tan malos, también pueden ser inofensivos o tener unos lindos ojos azules.

Los jóvenes de agua tenían reacciones bastante variadas a lo escuchado, algunos escuchaban emocionados, otros parecían aburridos del tema y algunos ni caso le hacían a su profesor porque estaba "algo chiflado", sus padres siempre se lo decían.

—Profesor Stark, se supone que debe darnos aplicación de los minerales y hierros a las nuevas tecnologías, creo que así se llama la materia, no creo que se llame historias fantásticas, mitos y leyendas. —Opinó una chica de cola rosa que parecía aburrida del tema, algunos rieron pero otros solo le miraron mal, el profesor ignoró el comentario—

—¿Y cómo era, profesor? ¿Era muy guapo? —Preguntó el pequeño príncipe de quince años, Arthur— ¡Déjeme escuchar nuevamente su historia del encuentro con aquel humano!

—Muchísimo, mejor que cualquier hombre de agua. —Explicó y luego se dejó caer dramáticamente sobre el escritorio de piedra, suspirando como tonto enamorado y su aleta moviéndose de arriba a bajo lentamente sin darse cuenta— Fue hace veinte amaneceres, le vi caer al agua y pensé, "debo salvarlo o podría morir" por lo que me acerqué y lo saqué del agua. Mientras lo miraba, entonces...

—¡Abrió sus ojos! —Gritaron unas trillizas, emocionadas de escuchar la historia por enésima vez—

—Uy, sí. Es tan emocionante como las cien veces que lo hemos escuchado. —Soltó irónico y fastidiado el único asgardiano en el curso y el más joven de allí, pues solo tenía catorce años pero era muy inteligente aunque no siempre lo usaba para el bien—

—"Abrió sus ojos y eran azules como las piedras preciosas", nos cuenta todos los días, nadie le importa lo loco que está, maestro. ¿Podría darnos la clase? —Dijo cansado un cola azul en la esquina, el tío de Arthur, Namor—

Anthony se enderezó bruscamente sobre la mesa, quedando sentado en esta y miró desaprobatoriamente al que acababa de hablar, lo señaló con su dedo índice y luego pasó su dedo pulgar por el cuello haciendo una seña de "estás muerto".  Namor no comentó más nada porque era la tercera vez que repetía la materia y le avergonzaba que su sobrino menor que él por más de seis años estuviese en la misma clase.

—Bien, niños. ¿Quién hizo la tarea? El que haya traído la mejor piedra tiene puntos extras. —Dijo con voz cantarina haciendo que todos buscaran en sus bolsas de algas—

Anthony había creado su propia institución educativa, la primera en Atlantis que no estaba referida a la historia, ni cultura, ni conductas o leyes, ni agricultura o caza: una sobre ingeniería, que era algo que Víctor y él decidieron hacer después de mucho tiempo siendo los únicos en crear cosas más modernas. El reino comenzó a pedirle más y más a Anthony y después de la muerte de su padre y hermano mayor, Víctor tomaba el reinado por un tiempo hasta que su hermana se recuperara emocionalmente dentro de dos meses así que estaba muy ocupado así que decidió enseñar a los demás lo que él podía hacer.