Veintinueve: Termina con esto 1#

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Vincent volvió a colocarse el teléfono en la oreja sin dejar de mirarme y continuó con la llamada.

—Te veo en el instituto, Marnie.

Colgó.

—No me sorprende que se hayan casado.—Jordan rompió el silencio con su voz rasposa y decaída—. Honestamente, de ustedes dos me puedo esperar cualquier cosa —dijo, se limpió la comisura con la manga de su sudadera y avanzó hacia el interior del autobús.

Una vez que desapareció de mi campo de visión, Vincent avanzó un poco hacia mí, se cruzó de brazos y me miró directo a los ojos.

—¿Ha sucedido algo malo con Farrah?

—No, no lo sé. —Me alcé hombros algo vacilante, negué con la cabeza—. Sólo se fue.

Él colocó una mano sobre mi hombro sin dejar de mirarme con un deje de preocupación, aunque mantuvo algo en su postura que lo hizo verse severo. Lo que ya de por sí era terrible, porque estábamos hablando del profesor de teatro.

Me pasé las manos por el rostro para secarme algunas lágrimas y presioné los labios para aguantarme el hipido. No quería hacer un escándalo delante de todos, pero ahí estaba.

—Por favor, no se lo diga a mis padres.

—Se lo diré a quien deba, Marco.

—De acuerdo, de acuerdo. —Me enderecé un poco para que no se viera tanto mi desesperación—. Dígaselo a mi padre, pero no a mi madre.

—Ve al bus, por favor.

El miedo me inundó. ¿con qué cara iría a mirarlos? Los tendría delante de mí, y ya no podría mantener la excusa de que le pagué la boda a alguien más. Se darían cuenta de que les había mentido.

Quise volver a pedirle que no lo hiciera, pero no estaba seguro de que humillarme más fuera a cambiar algo.

Subí al autobús y encontré a Jordan sentado delante de todo, donde le sería más fácil volver a bajarse en caso de que se sintiera mal otra vez. Me vio entrar, me siguió con la mirada, y pensé en seguir andando hasta nuestros antiguos asientos, pero me dejé caer junto a él.

—¿Estás bien? —me preguntó Lola detrás de mí.  Me volví para encontrarme no sólo a ella mirándome atentamente, sino a todo el bus. Se veían preocupados, tal vez curiosos—. Simone pregunta si alguno quiere agua.

Estuve a punto de preguntarle con confusión quién era Simone cuando la capitana del equipo de las porristas se sentó donde estaba Lola. La rubia se deslizó hasta quedar detrás del asiento de Jordan.

Oh.

Esa Simone.

—Debes hidratarte si vas a llorar tanto —dijo con tal calma que supe que no estaba bromeando—. Sólo quería que supieran que nadie está molesto por la obra, porque iba a ser una porquería de todas formas. Y lamento lo de tu amiga. —Me entregó su botella de agua y se marchó al fondo del vehículo.

Simone siempre me había generado algo de miedo, así que me sorprendió que se dignara a hablarme. Me aliviaba el hecho de que nadie en el grupo estuviera molesto con nosotros pero imaginaba que eso era producto de la pena que les generé luego de largarme a llorar frente al autobús.

Suspiré y miré a la rubia. Ella se había colocado una hebilla con forma de moño en el cabello que no dejaba de deslizarse porque lo tenía demasiado corto como para engancharla.

—Mañana lo sabrán todos ¿Verdad? —le pregunté.

Ella infló las mejillas y se alzó de hombros, como si quisiera decirme que ya nada se podía hacer al respecto. Acto seguido, adoptó una expresión más seria para mirarme a los ojos.

Romeo, Marco y JulietaWhere stories live. Discover now