Veinticuatro: Me he quedado sin pasos

5K 850 357
                                    


—¡Farrah! 

Me llevé la mano al pecho. No podía creerlo.

Ella se volvió a verme apenas cerró la puerta de entrada con fuerza y me miró con tanta rabia que me sorprendí. Antes de que pudiera ser capaz de preguntarle por qué diablos le había dicho aquello a Jordan y por qué le acababa de cerrar la puerta en la cara, ella habló.

—¡Te he dicho! —Me enseñó el dedo índice como si me estuviera regañando— ¡Que le dijeras a Jordan de nosotros! —se defendió—. ¡Que no me meto con personas con pareja!

Levanté los brazos y le enseñé las palmas de mis manos para mostrar mi inocencia. Detrás de mí el agua que había puesto en el fuego ya comenzaba a hervir.

Sí, ella tenía razón. Tuve que haber hablado con Jordan, pero mentirle en la cara que se estaba acostando conmigo no era la forma.

Farrah, maldita sea.

—¡No somos pareja!

—¡Pues deberían! —Dio un paso hacia mí, pero su enfado no pareció menguar—. Los dos son unos niños: que si le gusto a Jordan, que si Marco va a jugar conmigo, que si Lola se va a enfadar...

—¿Jordan cree que voy a jugar con él?

Señaló la puerta.

—Sal y pregúntaselo. No soy paloma mensajera.

Una parte de mí quería hacerlo, pero la otra no quería dejar a Farrah sola. Por alguna razón nunca podía tener a los dos prestándome atención por mucho tiempo.

Lo que era ridículo, porque mi profesión consistía en atraer la atención de la gente. Y no es que desempeñara mal mi trabajo, sino que los consideraba a ellos unas anomalías. Cualquier otra persona habría estado encantada de mirarme.

La pava comenzó a chillar con más fuerza. La atención de ella se desvió a la cocina y vi cómo bajaba un poco los hombros mientras trataba de averiguar la procedencia del ruido.

—¿Has puesto a hervir agua?

Asentí sin moverme del lugar.

—Creí que querrías un café. —La mirada que me mantuvo no se inmutó y eso me hizo vacilar—. Pero puedo prepararte un té... o lo que quieras. Soy un inútil para estas cosas. Lo siento. Dime qué hacer.

Ella cambió de expresión sólo para ahora mirarme como si fuera idiota.

—Quita el agua del fuego.

Eso hice. Me marché a la cocina y preparé dos tazas de café lo más rápido que pude mientras trataba de oír qué estaba haciendo ella en la sala de estar. Pero no se escuchaba nada.

Cuando regresé la encontré parada junto al sofá. Se había quitado la camiseta que se había manchado con sangre y sólo llevaba puesta una de tirantes. Tenía algunos moretones en el brazo y trataba de deshacerse la trenza sin éxito, porque tenía el cabello demasiado enredado y parecía a punto de perder la paciencia.

—Déjame ayudarte.

Dejé las tazas en la mesa y me acerqué para auxiliarla antes de que se exasperara y acabara arrancándose un mechón, pero ella apartó el rostro y su cabello de mí en un movimiento.

—No quiero que me ayudes. Quiero que Jordan y tú me dejen de meter en los problemas que hay entre ustedes.

Chasqueé la lengua.

—Debiste haberlo pensado antes de gritarle que te acuestas conmigo.

—¿Te crees gracioso?

La miré sin saber qué decirle.

Romeo, Marco y JulietaWhere stories live. Discover now