Doce: Sé discreto

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Oh, no.

No, no, no, no, no.

De todas las personas que pudieron habernos encontrado, Lola era lo último que deseaba. No estaba listo para eso. Quiero decir, acababa de besar al novio de mi mejor amiga y ella, ahora mismo, no se veía sorprendida pero sí bastante decepcionada de nosotros.

La idea de que esto la estuviera lastimando aunque fuera un poco ya me estaba haciendo sentir mal.

—Lo siento —dije desde mi sitio, sin moverme.

Se me pasó por la cabeza decirle algo como que todo tenía una explicación, pero debía ser muy descarado para hacerlo justo después de que nos encontrara en esa situación.

Ella tampoco se movió de la puerta. Jordan, sorprendentemente, había optado por mantenerse en silencio. Parecía sentirse culpable y debo admitir que eso me hizo sentir un poco de empatía por Farrah, conciente de cómo me portaba yo con ella.

Oh, Dios. Yo era un imbécil.

La verdad era aplastante.

—¿Qué te costaba terminar conmigo? —le preguntó Lola al muchacho. La única respuesta que obtuvo fue su silencio y eso pareció molestarla más—. Son una mierda. No quiero que me hablen en lo que queda del día —nos advirtió—. Tengan un poco de respeto.

Ella se marchó con calma y los dos nos quedamos en nuestros sitios, demasiado avergonzados como para decidir cómo actuar a continuación. Una parte muy grande de mí quería permanecer así hasta el final de la clase, cuando todos tuviéramos que marcharnos a casa.

—Yo... yo no te gusto ¿verdad? —pregunté con la cabeza gacha, sin dignarme a mirarlo—. No quieres tener nada conmigo.

—Marco —comenzó en advertencia, aunque no sonaba como un regaño, sino más bien como una petición. Alcé la mirada para encontrarlo sentado sobre uno de los pupitres, con una mano pasando por su rostro. Parecía derrotado—. No ahora, por favor.

—Necesito saberlo ahora mismo, Jordan. —Mi voz hizo un poco de eco en el cuarto. Aguardé a que quitara la mano de su rostro y busqué sus ojos—. Dime si quieres algo conmigo y pondré todo de mí, o dime si lo único que quieres es jugar; porque entonces ya no esperaré nada de ti.

Él me mantuvo la mirada, pero no respondió. Resoplé molesto y me dirigí hacia la puerta. No podía esperar de él que fuera claro por primera vez en su vida.

***

Farrah llevaba dos bolsas de aspecto pesado en sus manos. La vi salir con calma del instituto, caminar hasta el borde de la acera y sentarse con una a cada lado mientras los estudiantes la esquivaban para volver a sus casas.

Me paré junto a ella.

—¿Qué crees que haces?

Ella echó la cabeza hacia atrás para mirarme y entrecerró los ojos cuando el sol le pegó en la cara.

—Esperando a mi fuerza de voluntad.

Suspiré y me hinqué a su lado para tomar una de las bolsas. Era mucho más pesada de lo que esperaba y la abrí para ver lo que contenía: libros. Eran los que habíamos estado leyendo ese semestre, junto con los que trabajamos durante todo el año.

—Levántate. Te acompañaré a la parada del bus.

Farrah resopló sin moverse. Un muchacho tropezó con su bolsa, tuvo que saltar sobre ella para no caerse y la pelirroja hizo como si no se hubiera dado cuenta.

—No tengo dinero para el bus.

Alcé las cejas. Eran tal vez treinta o cuarenta calles hasta su casa. En bus era un viaje corto, pero a pie y con eso, sería un poco denso.

Romeo, Marco y JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora