Dieciseis: No la cagues

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Wallace me miró, luego a Jordan, y volvió a prestarme atención otra vez, aunque con más calma. Alzó las cejas, luego bajó la vista al suelo, negó y se dio vuelta para acercarse a la mesada de la cocina.

—Necesito café —dijo, y encendió la cafetera.

Aguardamos en silencio mientras él permanecía dándonos la espalda para buscar una taza y una cuchara. Nos miramos a los ojos.

No comprendía por qué acababa de decir todo eso en aquel momento y mi corazón había comenzado a latir con fuerza. El silencio me liquidó. Apenas acababa de conocer al padre de Jordan. No podía hacerme esto tan pronto. Lo odiaba. Me iba a dar un infarto.

Una vez el café estuvo, se lo sirvió, se volvió a mirarnos apoyado en la encimera y bebió un sorbo sin endulzarlo.

—¿Has traído a Marco para que no me enfade contigo delante de él, Jordan? —preguntó finalmente. Su hijo no contestó. Se limitó a inspirar hondo, como si estuviera reuniendo valor para decir algo pero no fuera suficiente. Su padre, al ver que no planeaba decir nada al respecto, volvió a hablar—. No estoy enojado contigo. Sólo estoy preocupado.

El muchacho presionó los labios, pero no apartó la vista de su padre. Por alguna razón me dio la impresión de que aquel gesto le costó, porque estaba acostumbrado a ver cómo solía mirar hacia otros sitios cuando alguien lo miraba a los ojos. Por eso mismo no supe hasta hace poco de qué color los tenía.

—Ya lo sé.

Se veía incómodo. Se notaba a kilómetros que no quería estar allí. Quizá había creído que la conversación tomaría otro rumbo, o tal vez sabía que sería así, pero veía necesario tenerla. Fuera cual fuera la razón, ver la forma en la que tironeaba disimuladamente de las mangas de su camiseta sólo hizo que quisiera acercarme a él para tocarlo, como si con eso pudiera tranquilizarlo.

—Me da miedo no poder seguir tu ritmo, Jordan.

Hubo otro momento de silencio en el que Wallace movió sus dedos alrededor de la taza de café caliente mientras aguardaba una respuesta de su hijo.

Durante un momento me imaginé a papá diciéndome eso. Al verdadero, a Kit. Toda mi vida no hice más que darle razones para preocuparse. Una tras otra. Y luego él me besaba en la sien como aquella vez en el instituto, como si yo fuera lo mejor que le hubiera pasado en la vida.

Se lo iba a contar. Lo de la boda, todo. Estaba harto. No quería escondérselo más. No quería seguir teniendo problemas.

Jordan se marchó.

Parpadeé con sorpresa y lo vi salir por una de las puertas, preocupado ¿Me había perdido algo?

Miré a Wallace, sentado ahora en un taburete, aún con la mano cerrada alrededor de su taza. Lucía completamente tranquilo y me sorprendió la gran capacidad para mantener la calma que poseía.

—Jordy es buena persona —me aseguró luego de beber un poco más de su café—. Sólo tiene muchas cosas en la cabeza y le cuesta hablar.

—Yo... —Volví a mirar la puerta por la que él se había marchado y la señalé. Me sentía como un niño de primaria, completamente incapaz de tomar una decisión sin el previo visto bueno de un adulto—. ¿Debería ir a hablar con él?

—Yo creo que sí. Mañana tendré una charla con él ¿Qué quieres para cenar?

***

La puerta por la que Jordan desapareció daba al balcón.

Lo encontré sentado en el borde del suelo, con las piernas colgando, suspendidas en el aire. Las había pasado entre los barrotes de la barandilla y permanecía con un brazo apoyado en esta mientras con la otra mano sostenía un cigarro.

Romeo, Marco y JulietaWhere stories live. Discover now