Veintiocho: No reveles tus secretos

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—Mierda, Mierda.. —Saqué la cabeza de debajo de mi cama y extendí el brazo hacia el techo, como si con ese gesto fuera capaz de entrar más aire en mis pulmones. Ahí abajo era una pesadilla— ¿No piensas ayudarme, pedacito de mierda?

Alcé la mirada para encontrarla sentada en el borde de mi cama, con las piernas cruzadas, un tazón de cereales entre sus manos y la maraña de pelos cubriéndole la mitad del rostro.

—No, disfruto de tu sufrimiento —contestó Giorgia con tal parsimonia y suavidad que me lo creí.

Me coloqué la playera que acababa de sacar de debajo de la cama y la miré con indignación.

Giorgia se había levantado temprano sólo para verme entrar en crisis mientras armaba mi mochila para el viaje escolar.

Aparentemente no fue una persona la que acabó vomitando en la fiesta de Maisie el sábado en la noche, sino que fueron varias, intoxicadas. Una parte significativa del elenco se encontraba enferma y el profesor se había visto en la obligación pedirme que volviera, como recurso de último momento.

Y evidentemente yo había aceptado porque ya había perdido mi dignidad hace tiempo.

Esperaba que todos estuvieran bien, pero estaba feliz de que se hubieran intoxicado.

Alguien comenzó a golpear el cristal de la ventana de mi cuarto. 

Lola y Jordan se encontraban del otro lado, en la escalera de emergencia, con mochilas echadas al hombro y un cigarro que se iban pasando. Les abrí para que entraran y Lola saltó adentro sin molestarse en saludarme. Se lanzó sobre mi cama, provocó un respingo de mi hermana y aprovechó para arrebatarle el tazón de cereales.

—Gracias, me estaba muriendo de hambre.

Jordan lanzó el cigarro hacia quién sabe dónde y entró con lentitud. Lanzó la mochila dentro, se metió y se irguió en toda su altura para acabar sonriéndome con algo de inseguridad.

—No debí haber venido —dijo a modo de saludo. Luego hizo amague de marcharse—. Lo siento, adiós.

—No, no. —Lo abracé cuando me dio la espalda para impedir que se fuera—. Quédate. Será divertido —insistí—. Además, te has comprometido.

Jordan se había mostrado inseguro con respecto al viaje para hacer la obra y no era de sorprenderme. De hecho, lo había estado esperando. Tenía el hábito de abandonar todo y arrepentirse de sus decisiones, y no había dejado de usar a Farrah de excusa.

Le daba miedo que ella volviera y él no estuviera.

Pero Farrah no iba a volver.

Lo dijo desde el primer día. Una vez que acabara el año, desaparecería. Y ya no habían más exámenes. Sólo quedaba una semana de clases y luego la graduación.

Esperaba que de eso se tratara. Había estado tan preocupado por su repentina desaparición que ni siquiera había tenido tiempo para ponerme triste por el hecho de que nos dejó.

No quería sonar como un adolescente enamorado y desesperado, pero eso era yo exactamente, así que se van a joder. Le había dejado ver un pedazo de mí a Farrah y cuando ella se marchó se olvidó de devolvérmelo. Y ahora no podía evitar sentir todo el tiempo que algo me faltaba.

—¿Y si Farrah vuelve? —preguntó mientras se volvía para verme, sin zafarse de mi abrazo.

—¿Volver de dónde? —cuestionó Lola desde la cama.

Giorgia también se volvió a mirarnos con curiosidad. Se veía terrible. Y no estaba hablando simplemente de ojeras, porque siempre las había tenido. La universidad debía de estar matándola.

Romeo, Marco y JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora