Veintiseis: No sigas a Jordan

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Era sábado por la noche en el parque de diversiones. Las luces se acababan de encender y en la rueda de la fortuna cambiaban de colores con el paso de los segundos.

—¡Marco!

La voz de Farrah se oyó a mi espalda. Me volví a verla y la encontré haciendo fuerza con el brazo de un muñeco para ver si conseguía hacer que se le diera vuelta.

Estaba seguro de que aquel no era su primer intento, porque hace diez minutos la había visto poner las fichas. Ahora se dedicaba a jalar con las dos manos, pero apenas sí era capaz de mantener el brazo inmóvil.

Me acerqué corriendo y coloqué mis manos sobre las de ella para ayudarla a tirar. El brazo comenzó a ceder cada vez más, pero ella ya estaba cansada y yo no paraba de reír porque de verdad nos estaba ganando.

A nadie pareció importarle vernos forzando la máquina y luego de un rato conseguimos hacer que el brazo cediera por completo. Salieron siete miserables boletos que Farrah arrancó con entusiasmo a la par que gritaba de júbilo.

—¡Iré a cambiarlos!

—¡Sólo te darán un caramelo! —traté de advertirle.

Ella me enseñó el dedo del medio y salió corriendo hacia el puesto de los premios. Chocó por accidente con Jordan y volcó el contenido del burbujero que él llevaba, pero no se detuvo a disculparse. Estaba demasiado emocionada para eso.

El castaño soltó una palabrota y provocó que el tumulto de gente a nuestro alrededor se volviera a verlo con horror. Lo vi sonrojarse y bajar la mirada con pena a su baratija para pretender estar concentrado en observar el líquido que aún le quedaba dentro.

Me acerqué a él y se lo arrebaté.

—¿Dónde está Lola? —pregunté con calma mientras inclinaba el recipiente para que la mezcla cubriera el aro.

Lo saqué, soplé, y un ejército de burbujas salió al encuentro de los niños que jugaban a nuestro alrededor, que comenzaron a empujarse y estirar los brazos para reventarlas. Verlos tan emocionados me hizo reír. Me encantaban los niños. De grande quería convertirme en uno.

Al no obtener respuesta de Jordan me volví a mirarlo y lo encontré con la cabeza echada hacia atrás para soplar una burbuja y evitar que se cayera al suelo o le explotara en la cara.

Acerqué mi rostro al suyo y soplé para que se alejara. Él, en respuesta, me puso la mano en la cara con suavidad para apartarme y se apresuró a recuperar su burbuja entre risas que me contagió. Le dejé un beso inconsciente en la palma que hizo que volviera el rostro para verme con curiosidad. La burbuja se reventó en su frente y cerró los ojos para que el detergente no le fuera a los ojos.

Corrió la mano a mi mejilla con el fin de dejar mi cara al descubierto, pero no cambió de expresión.

—¿Qué sucede? —pregunté en voz baja, luego de percatarme de lo que hice.

—Que eres lindo —soltó, pero más que un halago pareció una observación.

Siguió mirándome y no supe cómo responder a eso. No estaba seguro de que agradecerle fuera la mejor respuesta. De habernos encontrado en otra situación lo habría besado. Pero no sabía cómo nos encontrábamos los dos y Jordan parecía estar pretendiendo nunca haber escuchado la revelación de Farrah sobre que ella y yo nos acostábamos.

Lo que era mentira, pero no me pareció que tuviera por qué tener que estar explicándole eso cuando él y yo no éramos nada. Supuestamente.

Inspiré hondo.

Romeo, Marco y JulietaWhere stories live. Discover now