Capítulo 25

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-¿A dónde vas con tanta prisa? -inquirió Alli, al ver cómo su hermana menor emprendía un recorrido a toda velocidad en cierta dirección.

-¿Prisa? -rió Heliasak para disimular-, solo deseaba nadar un rato, libre de esos humanos y otros seres del futuro que tanto me molestan.

-No soy ninguna tonta -se quejó la sirena de cabello dorado, cruzándose de brazos-. Dime la verdad, ¿debo preocuparme?

-Es Tezza -los animales marinos se comunicaban con las sirenas con facilidad, entre ellos no se dividían como razas diferentes aunque así fuera-. Me ha dicho que vio a los Majinghost rumbo al centro del Gran campo energético.

-Seguro es una casualidad -expresó Alli sin un ápice de temor-, nadie les ha dicho nada a ellos sobre ese sitio.

-Yo lo hice -antes que su hermana pidiera una explicación, ella la ofreció-. Les dije que en todo el centro de ese lugar se hallaba la muñeca.

-¡¿Que hiciste qué?! -Alli abrió los ojos con pánico-. Ahora ellos...

-¡Lo sé! -Heliasak se cubrió la faz con ambas manos por la vergüenza-. Ellos ahora creen que el gurú del tiempo es la muñeca, y más aún porque luce idéntica. Si llegan siquiera a tocarla, el tiempo va a descontrolarse. Los Reptoides no me ayudarán con esto, hermana, debes hacerlo tú.

-¡Rayos! -rugió Alli, comenzando a nadar lo más veloz que podía, Heliasak la siguió-, no puedo creer que hayas actuado igual de impulsiva a los humanos. ¡Me has decepcionado!

-¡Pensé que harían el acertijo! -se disculpó la otra sirena, aún sabiendo que tenía la culpa-. La respuesta les diría la verdad sobre la muñeca. Pero lo único que hicieron fue deshacerse de Disirídia y el otro chico para ir hacia donde les dije que estaba supuestamente la muñeca.

-¿Deshacerse de Disirídia? -Alli se frenó en seco al escuchar aquella revelación, Heliasak la tomó de la mano y la arrastró mientras continuó nadando.

-No están muertos, Tezza los encontró a tiempo. Se encargará de llevarlos con la bruja Isabel ya que ella puede curarlos, o incluso la misma Disirídia puede hacerlo. Nuestro deber ahora es evitar que ese par de robots toquen el gurú, no quiero imaginar qué podría suceder si llegaran a hacerlo.

Ambas sirenas nadaron con todas sus fuerzas. Al igual que el tiempo, existía otro gurú encargado de tener equilibrado el espacio. Ambos gurús, del tiempo y el espacio mantenían un orden en cada dimensión. No podían ser tocados por seres que tuvieran intenciones negativas porque traían consecuencias de la misma índole, y si en dicho caso, ambos objetos llegaban a ser tocados por sujetos equivocados en el mismo instante, todas las dimensiones podrían desequilibrarse y causar un gran caos que, incluso, sería capaz de terminar con una galaxia completa.

Afortunadamente, el gurú del espacio se encontraba en tierra muy lejos del otro, pero al igual, cualquier desequilibrio en el tiempo podría ser fatal y no iban a correr el riesgo de dejárselo a la suerte.

Tras un largo trayecto, las sirenas llegaron al lugar predestinado. Si llegaban a tiempo, evitarían que Luz, la sirena guardiana se topara con ellos. Luz no era débil ni mucho menos, pero tenía un problema; siempre decía la verdad sin que pudiera evitarlo, solo eso bastaba para que los Majinghost tuvieran ventaja de la situación. Si se pensaba bien, llegaba a ser más conveniente que no hubiese guardiana, menos una sirena ya que tenía en sus ojos la llave, y peor aún, una sirena castigada con no poder mentir por Poseidón debido a cierto error cometido en el pasado, no obstante, Luz no podía abandonar su labor, no mientras estuviese viva.

Cuando arribaron al sitio hallaron el campo roto y ningún rastro del gurú del tiempo o de los Majinghost, pero sí piedras preciosas regadas por doquier. Pero, ¿cómo? ¡Eso no era posible! O quizá sí... La telequinesis de Miguel tendría que haber interferido en el sistema límbico de la sirena guardiana de alguna forma, era la única explicación... Si algo sabían los Majinghost muy bien, era actuar en su beneficio sin importar los hechos.

Una Mirada hacia el Pasado #2Where stories live. Discover now