Aflojé un poco mi agarre para que Cynthia pudiera verme. Como si me hubiese leído la mente, levantó su rostro hacia mí y me observó. Nos quedamos así un rato, absortos en nuestras propias miradas.

No llevábamos mucho tiempo de conocernos. De hecho, si sumamos las horas que llevamos juntos, apenas alcanzamos a completar un día. Pero eso no importa. A nadie le importa. O al menos, no debería. Por alguna razón, cuando a una persona le atrae otra le gente tiende a preocuparse por las edades o el tiempo que llevan de conocerse. Nadie se preocupa por lo que piensan o sienten el uno por el otro, y en mi opinión, eso está mal. Si te gusta alguien los números no importan, y mucho menos, la opinión ajena. Si te gusta alguien, lo único que realmente te importa es esa persona.

Cynthia ladeó la cabeza y me trajo de vuelta a la realidad.

—¿En qué piensas? —me preguntó con voz dulce, viéndome a los ojos. Yo sonreí. Cada vez que me hablaba de esa manera me hacía sonreír.

—En nada, pequeña —besé su nariz y la solté. Cynthia no era más que unos pocos meses menor que yo, pero para mí parecían años.

—¿Cómo te ha ido? —me pregunta, mientras se dirige a mi silla, tras el mostrador.

—Bien, supongo —respondo, girándome hacia ella—. No hay mucho que hacer aquí.

Cynthia asintió mientras sus ojos observaban el ordenador.

—Parece que estabas entretenido.

—Un poquito nada más —confesé arrugando la nariz. Cynthia imitó mi mueca y no pude reprimir una sonrisa.

—Te traje esto —me dijo, apartando la vista del monitor.

De uno de sus bolsillos, Cynthia extrajo una pequeña cajita, extendió su brazo y la colocó frente a mí. Observé la pequeña cajita negra y luego a Cynthia. Ella tenía un pequeño brillo en los ojos que delataban su emoción pero yo aun seguía sin comprender.

—¿Qué esperas? ¡Ábrela! —me alentó.

Dudé unos segundos pero finalmente la abrí. Con cuidado, saqué el collar que estaba dentro. Era sencillo. Una cuerda de cuero y un ancla como dije. Sencillo pero asombroso.

—¿Y esto? —pregunté a Cynthia, aun con mis ojos en el collar.

—Feliz cumpleaños, adelantado —dijo. Levanté la vista de inmediato hacia ella.

—¿Cómo lo supiste? —pregunté.

—Tengo mis contactos —me guiñó un ojo.

—Gracias. Esta genial —dije sonriente—. En serio.

Cynthia asintió y regresó su vista al ordenador. Yo seguía observando el collar como un niño al que le acaban de regalar un nuevo juguete. Busqué el enganche del collar pero no tenía. Lo observé bien y noté que me cabía perfectamente por la cabeza así que lo hice pasar sobre mí y lo acomodé en mi cuello.

—Escucha —dije, rascándome la nuca—, un amigo quiere organizarme una fiesta  este sábado y me preguntaba si estarías de acuerdo en ser mi pareja.

Cynthia levantó su mirada hacia mí, algo tímida. Bajé la mirada y pude darme cuenta de lo nervioso que estaba. No podía creérmelo, una chica estaba poniéndome nervioso. Eso no podía estar pasando. Decidido a volver a parecer el chico rudo que suelo ser. Levanté nuevamente mi mirada hacía Cynthia, esta vez más seguro de mí mismo.

—Seguro —me respondió—, me encantaría.

Sonreí y le guiñé un ojo. Cynthia rió y volvió a concentrarse en el juego del computador.

Muriendo Por El Asesino ©Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon