«No lo conoces, Lucy. Él bien pudo mentirte y justo ahora esta yéndose muy lejos».

Solté un suspiro de forma exasperada, agitando mis manos y mi cabeza, se sentía muy tonta por la forma en la que estaba actuando. Entonces, para despejar mi mente de todos esos pensamientos negativos y absurdos, decidí tomar un baño, lo cual esperaba que me ayudara a dejar de pensar en él. No obstante, me fue imposible.

Tiempo después de cenar, subí con un tazón con helado de fresas con crema, me encerré en mi habitación e intenté ver televisión, obligándome a distraerme, pero nada lograba atraparme lo suficiente como para olvidarme —por un momento—, de Dylan y en que no me había buscado. «Escríbele tú», murmuró mi consciencia. Cerré los ojos por una fracción de segundo, mordí mi labio inferior y pensé en los pros y contras de hacerlo. ¡Qué más daba!, admití que de no hacerlo, seguramente, me volvería loca.

Yo: ¿Ya estás en casa?

Dejé el móvil a un lado de mis piernas y aguardé a que respondiera, rogándole al cielo a que ninguna de las ideas que mi mente había maquinado, en la última hora, fuera a hacerse realidad. Varios minutos pasaron y la ansiedad comenzaba a hacer estragos en mi pobre cavidad torácica, pero en el instante en el que mi teléfono vibró, anunciando que estaba entrando un mensaje, lo tomé sin pensarlo demasiado.

Sombra: Yo no tengo casa, Lucy. Solo un lugar donde llego a dormir.

Mi pecho se hinchó con felicidad y tranquilidad, pero también con tristeza y compasión, ¿no viviría con su mamá?, algo me dijo que no, que en aquel departamento solo vivía él. Solté un suspiro cargado de emociones, sopesé lo que debía responder para tratar de dar un punto diferente a su perspectiva, debía ayudarle a ver las cosas de forma diferente.

Yo: "Casa" es cualquier sitio donde te sientes agusto, seguro y feliz. Ese lugar puede llegar a ser tu casa si así lo deseas.

Aguardé por su respuesta y sin saber qué esperar, pero claramente no, lo que él diría.

Sombra: Entonces mi casa eres tú, Lucy. Contigo es donde quiero estar justo ahora, en ningún otro sitio me he sentido más agusto y feliz que a tu lado.

Mis ojos se abrieron con asombro, mi corazón se saltó un latido, para luego reanudar su marcha con renovados bríos, mis mejillas se sintieron calientes, así como, fui consiente en como algo pesado se asentaba en mi estómago. Releí el mensaje un par de veces más, sin saber qué decir, sin saber cómo llamar a eso que sus palabras me hicieron sentir. ¡Dios!, Dylan seguía dejándome sin palabras.

Yo: ¿Estás seguro de eso? Mira que puedo llegar a ser insoportable a veces.

Sonreí abiertamente y seguro de forma bobalicona, pero no me importó, el miedo de descubrir lo que comenzaba a sentir me cegó, impidiéndome así, ponerle nombre. Pero solo era cuestión de tiempo.

Sombra: jajaja, muy seguro.

Sombra: buenas noche, Lucerito. Que descanses.

Respondí a sus mensajes y solo entonces pude ver mi película.


Todo el fin de semana solo tuve un par de mensajes de Dylan, específicamente para informarme que no iba a estar en Greenville, ya que, debía a terminar un trabajo en las afueras de la ciudad y que regresaba hasta el martes, posiblemente el lunes. ¿Qué tipo de trabajo haría? No me atreví a preguntar, ¿por qué? Por miedo, por temor a que mintiera o fuera tan brutalmente honesto que me dijera algo que no deseaba saber, al menos no todavía.

Contigo, nada más © [Pronto en Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora