Una vez que acaba la clase, la pelirroja y yo nos enfocamos en ir a la cafetería y digo enfocamos debido a que mis piernas son una gelatina porque se que mi alma gemela esta detrás mío. Se que se ha ido por que mi corazón late a un ritmo normal después de una hora de que se me salga del pecho por la presencia de Aaron.



—¿Con que has encontrado a tu alma gemela?— pregunta una vez sentadas, Atenea.— seguramente es el nuevo chico candente— sus ojos me penetran pero estoy acostumbrada pues así es su mirada, es idéntica a la de su padre, Ares.

—no quiero hablar de ello— digo, con frustración. Ni yo se como sentirme con respecto a que Aaron tiene el apellido Black.

—¿de que no quieres hablar?— interrumpe mi otra prima con el ceño fruncido, Emma.

Y si, después de cinco minutos de gritos, emociones, gruñidos, frustración e irritación, Lily les cuenta.

—vaya cagada— concluye Emma

—suerte la tuya de tener a Sean— suspiro en cuanto lo menciono, la mirada de Emma se ilumina

—lo extraño, me encanta platicar con el a todas horas— suspira, enamorada. A mi también me encantaba platicar con los gemelos, mis hermanos... mi madre, les dejó cambiar su apellido cuando cumplieron la mayoría de edad. No movieron Stargell pues ambos se sienten orgullosos de portar ese apellido y se agregaron más.

Son los gemelos de los mil nombres. Dejen tomo una bocanada de aire para decirlos.

Sean y Ocean Stargell Stone Dallas Cox.

Alaska los considera sus hijos y ellos, su madre. Extraño platicar con ambos, siempre lo hacía cuando regresaban de la escuela.

—cambiando de tema, ¿han visto a Mia?— pregunta Atenea. Mia Steel es nuestra otra amiga, es humana y no sabe nada de nuestra especie... la conocimos antes de salir de vacaciones de verano. Es muy amigable y preciosa, encajó perfectamente con todas nosotras.

—no, creo que esta entrenando basquetbol— informa Lily, otro pasatiempo de las cinco es el basquetbol al igual que mi madre y sus amigas cuando estaban en Eastwood.

Mi madre siempre sonríe cuando recuerda esas épocas y se ríe como recuerda a la perfección todo a pesar que eso fue hace más de treinta años.

—por dios, quiero unas papas fritas— comenta Atenea— ¿quieren unas?

—si— decimos todas al unísono

—pero no le vayas a poner...— comienzo pero todas, me cortan

—catsup, lo sabemos— terminan, al unísono. Arrugo la nariz, detesto la catsup.

Sonrío un poco, a pesar de este día tan agitado.











—Hola cariño, ¿cómo te fue hoy?— la voz de mi padre se pierde entre la mansión, esta sentado leyendo el libro que es de mamá, cumbres borrascosas. Me acerco dejando mi mochila en la entrada, me adentro por la sala... es uno de mis lugares favoritos de toda mi casa, hay muchas fotos de toda la familia, esta el cuadro de mi madre que le regalo Scott cuando ella cumplió 18. Alaska esta apunto de cumplir 49.

—bien...— omito decir algo acerca de lo que paso y no pensar en ello, mi padre lo leería muy rápido de mi mente— ¿alguna noticia de Hayley?— el semblante de mi padre se ablanda

—Dominic la llevo al hospital, al parecer tiene un desgaste de sus rodillas... no te preocupes, Carrie— gruño en señal de broma, Scott es muy fan de poner apodos y no podía hacer una excepción por su hija, me llama así por la película donde esa chica mueve las cosas— son cosas de la edad— asegura

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