Capítulo 29 (parte 1)

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Agustín estaba parado frente a todos los peones de la estancia. Era más que necesario terminar de una buena vez con las indicaciones. En los últimos días había hecho de todo menos su trabajo. Principalmente por culpa de Ángela. La morena se la pasaba metida todo el día en su cabeza, confundiéndolo cada vez más. Luego de que Renato los interrumpiera (si, inoportuno Renato) no habían vuelto a estar solos. Y él tenía ganas de estar a solas con ella. Demasiadas.

—Bien, los reuní porque es hora de repartir los trabajos de ganadería. ¿Alguien quiere algún puesto en especial? —les preguntó.

—No —dijeron todos a la vez.

—¿Seguros? —quiso saber.

—Si —volvieron a contestar como soldados. Agustín puso los ojos en blanco.

—Ya les dije que no tienen que comportarse como maquinas cuando el señor Torres está aquí. Solo hagan su trabajo como siempre.

—Bien, yo quiero encargarme del marcado de las vacas —dijo uno de ellos. El castaño sonrió.

—Bien, Joselo, tienes ese puesto —dijo contento.

Entonces todos comenzaron a pedir diferentes trabajos. Agus asentía y asentía, pero ya se estaba mareando con tantas voces a su alrededor. Hasta que todos callaron. Él frunció el ceño, ¿Por qué todos se habían quedado en silencio de tal forma?

—¿Qué sucede? —les preguntó. Ninguno dijo nada —Oigan, ¿Por qué se quedaron callados de golpe? —ellos miraban fijo hacia atrás de él. Entonces uno de ellos le hizo un gesto con la cabeza, de que mirara. Y así lo hizo. Se sorprendió mucho al verla allí parada con una media sonrisa en el rostro —Ángela... ¿Qué... qué haces aquí?

—Buenas tardes a todos —dijo ella sin dejar de mirar a Agustín.

—Buenas tardes, señorita —contestaron como coro. El castaño comenzó a sentirse nervioso. Ella estaba allí por alguna razón.

—Siento haber interrumpido su charla... pero necesito hablar unos minutos con su capataz. ¿Me dan el permiso? —preguntó.

—Claro...

—Si, señorita...

—Lléveselo, ya nos estaba hartando...

Agustín se giró a verlos con un gesto serio. Todos volvieron a cerrar la boca al instante y se pararon erguidamente.

—Señorita Ángela, no creo que podamos hablar en estos momentos. Estoy muy ocupado con el trabajo —dijo él.

—¿Mucho? —inquirió ella y le hizo ojos. El pulso de Agus se aceleró.

—Pero si ya has terminado de darnos los trabajos —habló Juan.

—Si —dijo él apretando los dientes y con la vista fija en ella. —Terminé de darles los trabajos pero yo también debo trabajar.

—Oh, Agustín, no te preocupes por eso —siguió hablando Juan —Nosotros hacemos tu trabajo. No puedes dejar a la señorita Ángela con la palabra en la boca.

—Además de que si se tomó la molestia de venir a buscarte, es porque es algo realmente importante —habló Xabiani, que hasta entonces se había mantenido callado. Agustín lo miró.

—Voy a matarlos a todos —murmuró para ellos. Todos se aguantaron una sonrisa. Agustín volvió la vista a Ángela—¿Le parece si hablamos más tarde? —le preguntó.

No sabía por qué le estaba diciendo que no. Si lo que más él quería era poder tener unos cuantos segundos a solas con ella. Pero algo dentro de él le decía que no. Que primero debía aclarar todas las cosas con Sofía, y luego si podría seguir a su corazón.

—No será mucho tiempo, Agus—aseguró ella —Lo juro.

—Bien, solo voy a decirles a estos que vayan a trabajar...

Giró y se le fue la voz al ver que ya no había nadie detrás de él. ¡Se habían ido todos! Por dios, esos eran más chismosos y metidos que viejas en una peluquería.

Ángela rió por lo bajo. Él la escuchó y nervioso volvió a mirarla.

—Parece que ya se fueron —dijo ella.

—Si, me adoran —sonrió él.

Espero que les guste mucho ésta parte y nos vemos en la próxima, la cual se subirá a continuación.

Wild Horses-Adaptada-Angestín.Where stories live. Discover now