Capítulo 47

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   CAPÍTULO 47

 

Me estaba tocando el labio, aún lo tenía hinchado después de la paliza de Electro de ayer, suspiré ante la escena que se desarrollaba delante de mí. Como prometió, Electro me dio lujuria y pasión, estábamos sentados en una mesa, con sus copas y comida, con una jauría de invitados que presas de las drogas se tumbaban sobre la mesa acariciando y desnudando a sus acompañantes, Electro me miraba con una sonrisa en la boca, debía admitir que me aterraba que intentara propasarse conmigo, aunque algo me decía que lo único que le podría aportar placer sería la energía, eso y nada más. Una mujer gimió y se retorció delante de mi plato, era algo grotesco, no eran conscientes de sí mismos, no era nada erótico, la escena estaba degenerándose a una velocidad espantosa. Vi como una mujer sedienta de algo que no era vino le metía la mano por la bragueta a un hombre, comenzó a acariciarle, se le unió otra mujer, ambas se besaban y acariciaban sus desnudos senos. Fijé la vista en mi plato.

-Así no funciona. –Sentencié, a lo que Electro me miró con una ceja erguida.

-¿Y cómo funciona entonces? –Podía leer la irritación grabada en su rostro.

-Aquí están todos metidos de energía, son objetos animados, no desprenden nada, ni siquiera calor. –Parecía un nido de serpientes, todos restregando sus cuerpos. Electro puso cara de fastidio. Lo que él no sabía es que de ninguna manera iba a volver a filtrar energía, su juguetito se rompió.

-Laton, líbrate de estos animales, me aburren, son tan ordinarios… -Mi dirigió una mirada vacía. –Vamos, necesito tomar algo. –Me llevó hasta otra sala con un órgano  y un sillón, Electro se acercó a lo que parecía un mini bar y cogió algo. Por mi parte, yo estaba sentada en el sillón localizando las posibles salidas, aunque sabía que era inútil, en cuanto intentara algo Electro me electrocutaría como a una rata que ha mordido un cable. Se acercó, me tendió una copa y la acepté. Seguidamente dejó la suya sobre el órgano y comenzó a tocarlo con energía, se decantó por El fantasma de la ópera, de Bach. Tenía que admitir que el aporte fantasmagórico de la melodía encajaba a la perfección con los caracteres inhumanos de Electro. Terminó la pieza, su pelo alborotado y sus ojos agitados se acercaron a mí, se sentó a mi lado con su copa en la mano.

-¿Dime Shira, de qué época eres? –Se me hacía raro mantener una conversación amena con él, estaba comprobando sus cambios de humor, y prefería que no llegara a la furia que latía debajo de su muerta piel.

-Nací en el siglo XIX, pero me considero del XVIII, por su elegancia y arte. –Contesté elevando el mentón. Electro asintió conforme. Yo sabía que él al igual que Christian rondaban los ochenta años de edad.

-Como ya sabrás no tuve el placer de vivirla, pero como elegancia, el siglo XIX no tiene nada que envidiar.

-Eso lo dice porque no estuvo en aquellos palacetes, con esas obras de arte, aquella deliciosa música y los delicados jardines. –La antigua y refinada Shira era la que hablaba, mientras, la Shira temeraria observaba a Electro preparada para saltar. Electro sonrió.

-Sabes, da gusto hablar con alguien que su tema de conversación no se centre en el trabajo y acabe en la muerte.

-La muerte es un espejismo para nosotros. –Electro asintió de acuerdo, aunque a mí me quedara poco para presenciar la mía.

-Si tú me dieras tu energía y no te empeñaras en hacerlo todo más difícil, podríamos ser imparables, tenerlo todo, tocar el cielo y mirar las estrellas desde arriba. Con alguien como tú a mi lado nada podría interponerse en nuestro camino y nada sería aburrido.

-Yo no podría vivir así, necesito otras cosas.

-¿Amor?

-No, deseo. –Electro se rascó la barbilla pensativo.

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