Capítulo 38

413 23 0
                                    

 

                                              CAPÍTULO  38

 

Según el despertador que había sobre mi mesilla eran las cuatro de la mañana y yo seguía girando sobre mí misma, llevaba toda la noche luchando contra aquellas suaves sábanas “¿De qué estarían hechas?”, que se enrollaban entre mis piernas mientras daba vueltas en la cama sin conseguir conciliar el sueño. Mi mente iba a mil por hora, pero mi cuerpo solo pedía a gritos un poco de descanso. Aunque no lo quisiera admitir estaba inquieta por Christian. Para mi desasosiego confiaba en él, una parte de mí sabía que no le pasaría nada, que volvería a casa con su habitual mal humor hacia mí. Pero otra parte de mi ser era una garra que estrujaba mi corazón despertando en él una agonía inmensa como un pozo hasta los confines de la Tierra. Suspiré desesperada, quería que volviera, aunque tuviera que soportar aquella dura mirada minuto tras segundo. Sin él, si él no volviera me quedaría en este lugar desconocido completamente sola, completamente perdida con un maníaco persiguiéndome vorazmente. ¿Volvería a casa y pondría en peligro a mi familia? Yo sabía que no, si Christian no volvía me quedaría a esperar a Electro, aunque mis posibilidades de victoria fueran nulas, por no mencionar las de escape. A quién pretendía engañar, ni siquiera podría llegar al aeropuerto. Mi chino fluido era inexistente, no sabía siquiera donde rayos estaba, en algún lugar de la Cochinchina.

Un crujido me despertó de mis ensoñaciones. El vello de mi piel se erizó en señal de alerta. “Por favor que sea Christian” Suplico para mis adentros. Unos pasos casi imperceptibles se acercan por el pasillo. Si, aquellos pasos tan conocidos. Dejo salir todo el aire que estaba conteniendo y cierro los ojos cuando noto que están entornando mi picaporte. Escucho como se abre mi puerta lentamente. Intento respirar con normalidad. Pasan los minutos y dudo si sigue allí. “¿Qué hace tanto tiempo observándome?”. Cuando estoy sopesando la idea de abrir los ojos la puerta vuelve a cerrarse, la garra aprehensora deja libre mi corazón al igual que el sueño, no pierde el tiempo y me lleva lejos.

Me desperté en una mañana avanzada. Me despejé sobre la cama, me vestí con lo primero que encontré y me aseé. Mis tripas rugieron animadas, al igual que mis extremidades cuando vi a Christian sentado en el sillón mirando un periódico. Me tuve que recordar a mí misma que seguía molesta con él para no tirarme sobre el sillón y oler su extrañado olor a lavanda.

-Buenos días. -Mi voz era algo grave, carraspeé molesta. Él levantó la mirada del periódico aparentemente sorprendido como si no se hubiese dado cuenta de que me acercaba al salón. Para su prodigioso oído mis pasos debían ser iguales a los de un elefante sobre un piano, estridentes y descompasados. Fui a la cocina, la misteriosa guarnición, siempre caliente de fideos ya estaba allí. Después de desayunar volví al salón, Christian seguía leyendo el periódico, así que decidí poner la televisión, aunque no entendía nada, “este idioma me suena a chino”. “Vaya, vaya, te has despertado cómica”. Iba cambiando el canal, la mayoría eran programas informativos sobre la decadente economía (entiendo las gráficas). Suspiré aburrida. Por el rabillo del ojo me fijé en el periódico de Christian. Un grito emergió de lo más profundo de mi garganta, él dio un respingo y me miró inquisitivo. Yo señalé la portada del periódico, Christian la miró y expresó una de sus muecas desinteresadas. En la portada de lo que parecía un periódico estadounidense, ya que podía leerlo y entenderlo correctamente, aparecía una imagen de Edward y el titular más siniestro que podía acompañar a su foto. El millonario magnate de los negocios, Edward Petemberg murió anoche en un accidente de tráfico. Según el artículo no se había hallado su cuerpo, aunque las expectativas de encontrarlo eran nulas, al parecer su coche se cayó a un río cuando viajaba a una reunión de negocios.

Incandescente PUBLICADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora